sábado, 7 de septiembre de 2013

MABON, “La Segunda Cosecha”, Equinoccio de Otoño.

MABON, “La Segunda Cosecha”

“Equinoccio de Otoño”

    El equinoccio otoñal tiene lugar en el Hemisferio Norte entre el 21 y el 23 de Septiembre, y en el Hemisferio Sur entre el 21 y 22 de Marzo. El Equinoccio es un momento de perfecto equilibrio. Otra vez la luz y la oscuridad, la duración del día y de la noche se igualan; pero, a diferencia del Equinoccio vernal en Ostara, a partir de este momento las noches se harán más largas que los días. Nos deslizamos hacia el invierno, hacia la oscuridad, hacia la inactividad, hacia el Yin…

     En este mágico instante de equilibrio asistimos con renovada alegría y, al mismo tiempo, con dolor a la Segunda Cosecha; la últimas cosechas. La cosecha se inició con Lughnasadh y ahora se completan, es su final. Para nuestros ancestros esta fecha podría ser una celebración de la abundancia y vida o bien un signo de precariedad y muerte; para ellos la supervivencia dependía del éxito de las cosechas. Si no era lo suficientemente satisfactoria se sabía que muchos morirían antes de la primavera. Los antiguos celtas consideraban que apropiarse de los frutos de la fertilidad de la Diosa (la Madre Tierra) era un acto de violencia contra ella y, de no ser por la protección del dios Lugh; ésta castigaría este acto hostil; por eso se elegía al azar quien segaría el último manojo de la cosecha, convirtiendo este epílogo en un acto trascendente; y este personaje debía tejer, a continuación el producto cortado y formar con él un muñeco o animal asociado a la Madre Tierra, con el que simbolizaba su espíritu.

    La relevancia del momento es que mientras se están recogiendo las últimas cosechas, el sol se está debilitando, ahora ya se ha iniciado el otoño.





    En la celebración de Mabon nos sumergimos en la profundo de una paradoja; por una parte se celebra la abundancia de las últimas cosechas y esto la aproxima a Lughnasadh; pero el sol se va debilitando, los días se hacen cortos, aparece el tiempo inestable y también el frío. Alegría y tristeza, esto es lo que le da esta cualidad ácida a esta Puerta de la Sagrada Rueda de la Vida. La Naturaleza comienza a prepararse para recibir los vientos invernales. Las hojas de los árboles adquieren el característico color amarillento o amarronado del inicio de la estación otoñal. La energía exterior decrece día a día, acortándose las jornadas, haciéndose cada vez más frías; En Mabon desde el instante de mágico equilibrio, nos preparamos para afrontar los meses más fríos; los animales comienzan a guardar su alimento preparándose para afrontar meses de inhóspito frío. En Mabon, desde el instante de mágico equilibrio, nos preparamos para afrontar la ausencia del dios-sol. En este momento están igualadas las fuerzas masculinas y femeninas en la Naturaleza y a partir de este fugaz momento declinarán las masculinas dominando las femeninas. Es tiempo de agradecer la generosidad de la Tierra, de este aspecto de la diosa acompañada íntimamente de la energía del dios-sol. Ahora, de la Gran Madre obtenemos todos los bienes y es el momento de agradecerle y festejarlo. Damos las gracias por los frutos que nos ha concedido, reforzamos nuestra calidad de hijos suyos y con ello el reconocimiento de la fraterna necesidad de compartirlos para asegurar las bendiciones de otra buena cosecha para el próximo año.

     Astrológicamente el sol entra en el signo de Libra, en pleno mes de septiembre en el mundo septentrional, que los antiguos celtas llamaban Haleg – Monath; literalmente, el Mes Sagrado, en el cual se ofrecían libaciones a los árboles de los bosques.


      No es especulación o imaginación el que se celebrara esta festividad en las culturas celtas. Hay evidencias de ello. A esta festividad del Equinoccio otoñal se llama también la “Segunda Cosecha”, Mabon, la “Cornucopia”, la “Cosecha del vino”, el “Festival de Avalon” y, en Estados Unidos de América coincide con el “Día de Acción de Gracias”.
         Hay quien dice que se llama Mabon por la reina celta de las Hadas “Mab”. Lo veo improbable. El nombre de Mabon fue elegido para conferir un mayor sentimiento celta a esta fecha, dado que la otra celebración equinoccial si tenía nombre celta: “Ostara”; y así pareció que quedaba sujeto a un nombre más evocador. Este término fue inventado por Aidan Kelly y se popularizó en los años setenta del siglo XX. Mabon es una palabra galesa que significa “Buen Hijo”.

         Era un dios de Gales que simbolizaba el principio masculino de la fertilidad. Deriva de “Mabon fab Modron”; un personaje de la mitología galesa. Actualmente aún es un nombre propio en el País de Gales. Mabon era una deidad conocida tanto en Gales como en Bretaña. En la Galia se le invocaba como Maponos (así lo indican las inscripciones de Borubonne – les Bains, Rouen  y en Chamelières). Pero la mayoría de las inscripciones proceden de Gran Bretaña donde la deidad era invocada bajo la forma latinizada Maponus. En algunas inscripciones se lo identifica con el dios Apolo “Deo Apolli Mapono”. Casi todas las inscripciones aparecen bajo la dominación romana, siguiendo la costumbre de Roma de similar los dioses de los otros pueblos conquistados con los propios. El nombre Maponos  se deriva de la reconstrucción de la raíz proto-celta MAK-O que significa “hijo de” y de la partícula que significa divino “OS” y nos da “Hijo Divino”. Lo que explica la adecuación con el dios Apolo en el sentido de permanecer siempre joven. Más tarde en las tradiciones medievales vuelve a aparecer en el “Poema de Cymric”.
 
Olwen
          El relato mitológico aparece en el Mabinogion de Colhwch ac Olwen; donde Golhwch quiere desposarse con Olwen y para ello el padre de Olwen le propone que le demuestre ser merecedor de ella mediante la proeza de salir triunfante de una tarea imposible. Debe lograr cazar a un gigantesco jabalí mágico. Él acepta el reto. Pero para que pueda obtenerse éxito se debe localizar a Mabon fab Modron... Mabon había sido raptado de la atención de su madre Modron cuando sólo tenía tres noches de edad y después ya no se pupo nada de él. No se sabía si vivía o si había muerto. La actitud siempre favorable del Rey Arturo a las causas nobles hizo el que le ayudase confiándole unos caballeros en la búsqueda de Mabon fab Modron. Entre ellos esta Gwrhyr porque poseía el don de conocer todas las lenguas y estaba familiarizado con el de los pájaros y los demás animales. En su expedición primero se encuentran a una criatura muy vieja, un pájaro, y entonces lo interrogan acerca del paradero de Mabon; él no sabe nada pero ante la insistencia les indica que buscasen a una criatura aún más vieja que él, un ciervo macho. Cuando dan con él y le hacen la pregunta, este dice que no ha oído hablar de Mabon y les sugiere que busquen a una lechuza. Al dar con ésta, les indica que busquen a un águila que algo puede saber. Cuando dan con ella, ésta les dice que no sabe, que no ha oído hablar de Mabon, pero les indica que busquen a un ser aún más anciano, un gran salmón. Al fin la criatura sabe de Mabon y les dice que está prisionero en un castillo. Allí se dirigen a rescatarle. Así le encuentran y lo liberan. De este modo pueden perseguir al jabalí mágico. Mabon da caza al jabalí mágico y con su captura se cumple la condición que había puesto el padre de Olwen para la boda de su hija.



 
     A Mabon se le conoce como Mabon fab Modron (Mabon procede del Maponos galo) y Modron es el equivalente de la diosa madre Goulish (Motrona) lo cual significa que Mabon es “Hijo” de la “Madre”. Aquí se hace referencia a un resto de tradición matriarcal representado por el mito del Hijo alumbrado por la Madre Tierra en Yule y que después desciende al submundo donde será rescatado. Siendo un paralelismo en masculino del mito de Persefore y Demeter.
    Así Mabon arquetípicamente nos conecta con los misterios de Perséfore y el significado de la granada, al tiempo dulce y ácida, tan asociada al mito de Deméter y Perséfore en la tradición greco-romana.
Deméter

Persefore
     Según este mito, Perséfore, debe regresar durante los próximos seis meses al Hades, el dios del submundo, dado que ella comió seis granos de este fruto de otoño. Y su madre, Demeter, junto con toda la Naturaleza, privada del espíritu vital, se adentra en un gradual declive viéndose morir los campos y bosques, siendo esto reflejo del terrible dolor de la madre.
      Entre los antiguos griegos, a Demeter se la llamaba Ceres y a Perséfore se la conocía como Proserpina; siendo éste el centro de los llamados misterios de Eleusis que se celebraban en el mes de Septiembre. Se iniciaban el día decimotercero del mes bedromion y duraba varios días.  
       El mito de Ceres o Demeter y de Proserpina o Perséfore era que mientras en el mundo ordinario se producía la decadencia y el dolor, en el Otro Mundo, el de Hades, Proserpina descubre su propio poder en el Submundo convirtiéndose en su Reina por derecho propio. No es de extrañar que el acceso iniciático a los Grandes Misterios eleusinazos fuera reservado sólo a personas maduras. En la Rueda Medicinal de la Vida, la Puerta del Sudoeste, la correspondiente a Lughnasadh anuncia la madurez tras el mediodía de la vida, es la media tarde; y la Puerta del Oeste, la correspondiente a Mabon es el crepúsculo o portal entre ambos mundos. Entre las tradiciones chamánicas en el Submundo se producen las grandes experiencias iniciáticas de muerte-desmembramiento corporal y el renacimiento con los poderes de la Otra Realidad. Proserpina, dejando de ser una hija amada, se convirtió en la Reina del Mundo de los Muertos, es decir en la gran conocedora de sus secretos y sus poderes. El Equinoccio de Otoño, Mabon, es el momento en que Proserpina debe acudir al Submundo y ser su Reina. Mientras el poder y la vida se apagan en el mundo ordinario, tridimensional (el tonal); nuestro espíritu ingresa en el profundo u oculto, multidimensional (el Nagual) con todo su conocimiento, poder y misterio. Este es el misterioso sentido que adquiere esta Puerta de Mabon. Por tanto las actividades que se proponen como autoexploración del misterio de cada cual tienen que ver con esta premisa. Intentaremos explorar nuestro yo oculto, nuestros sueños y nuestro poderes intuitivos. Es justo lo requerido cuando nuestro tonal pierde vigor y se hace más evidente la presencia del misterioso Nagual; empiezan a caer las hojas y se acortan los días al tiempo que las noches se alargan en su misterio y aparecen los primeros fríos.

     Ya vimos que la festividad de Lughnasadh toma el nombre de un dios celta galés que debe morir para renacer; Mabon también sigue esta línea de privación de vida (libertad) y renacimiento (rescate). A partir de Lughnasadh esta temática se repite insistentemente hasta la llegada de Yule, donde renace el dios de la luz.
     La iglesia medieval cristianizó esta celebración bajo el nombre de Michaelmas, la fiesta del Arcángel Miguel, y se celebró el 29 de Septiembre. Se trata de un gran príncipe celestial, jefe de las huestes celestiales contra el demonio. Si el mundo celestial es la Otra Realidad, éste es su príncipe y combate las falsedades de este mundo ordinario material.

     En Mabon el dios se está preparando para morir en Samhain y ya ha regresado al vientre de la diosa para renacer en Yule, emprendiendo el gran viaje de la renovación y el renacimiento. Ya se ha cosechado o concluyendo las últimas cosechas, es tiempo para descansar de la ardua tarea, es momento de mirar hacia atrás, reflexionar sobre los esfuerzos del pasado y alegrarnos por el trabajo bien hecho. Junto con la cosecha juntamos las semillas que contienen la promesa de la nueva vida en primavera. Es el misterio de la vida en la muerte. La diosa reposa tras el duro trabajo del verano mientras su embarazo avanza; es tiempo de recogimiento. Así como las hojas de los árboles amarillean y empiezan a caer, se nos invita a desprendernos de aquello que nos es innecesario para continuar; nos acercamos a la época de la muerte para renacer. Nuestro equipaje hacia la muerte debe ser ligero. Nos preparamos para el frío invierno, desapacible para estar en el exterior y un buen momento para es estudio de las hierbas, la meditación y la introspección.

    Es de gran importancia agradecer al dios y a la diosa por las bendiciones que nos han dado hasta ahora, y por lo que hemos cosechado en el camino de nuestras vidas. Debemos comulgar con la divinidad y celebrar la abundancia de bendiciones que nos aporta el simplemente estar vivos. Agradecer a la Madre Tierra el habernos alimentado y dado un lugar por un tiempo más. De dar gracias por lo que recibimos y por lo que nos ha sido arrebatado, porque son enseñanzas para mejorar. Es tiempo también para compartir la cosecha recibida, multiplicando así las bendiciones, es por tanto tiempo de sinergias.
     Es también época de observar lo que nos dice la Naturaleza, al soltar las hojas, al morir un poco cada vez, para renovar la vida. Recordándonos que, para volver a nacer, hay que morir; es decir, trascender. Debemos tirar lo viejo, analizar qué debemos renovar, de qué nos queremos deshacer, qué nos estorba en nuestras vidas para mejorar.
      Es cuando nos paramos a descansar y disfrutar de los frutos de nuestra cosecha personal, ya se trate de trabajar en nuestros jardines, en nuestras ocupaciones laborales, elevando nuestros familiares, o simplemente haciendo frente a la vida cotidiana.

     A partir de Mabon, el dios de la luz es vencido por su gemelo, el dios de la oscuridad; es el momento en que la noche conquista al día. Mientra se mueve la rueda del año nos preparamos para un funeral. El dios, quien nació de la diosa en Yule pasado, es ahora un hombre maduro, todavía fuerte en su intelecto pero atrapado en un cuerpo que se debilita. Sabe que va a morir en Samhain y mira con nostalgia su vida pasada, la recapitula. Se prepara para dejar el cuerpo físico y comenzar la gran aventura en el mundo de lo no visto hacia la renovación y renacimiento. La diosa se compadece del sol que se debilita aunque el fuego de su propio ser quema dentro de su vientre, esperando renacer en Yule. Por eso también recordamos y sabemos que todo ello debe terminar, para luego renacer. Por otra parte, recordemos que estamos entrando en la parte oscura de la Rueda del Año, el dios viaja a las sombras (que culminarán en Samhain) y damos la bienvenida a la diosa en su faceta de Anciana, pero en su interior ya es la joven y lleva la semilla del dios. Celebra la naturaleza dual de la vida y la muerte, pasado y futuro están unidos. En esta celebración, hay que estar llenos de gozo, ver qué nos ha traído la vida, lo que hemos cosechado en este camino de aprendizaje, ver si nuestro camino tiene corazón. Nuestra mentalidad debería ser una de agradecimiento a la divinidad.
     Mabon es considerada una época de misterios. Es un momento para honrar a las deidades mayores y al mundo espiritual.
     Es un tiempo que nos obliga a reflexionar sobre lo que hemos hecho, también es un tiempo ideal para el aprendizaje, para la lectura y la preparación personal e interna con todo lo que hemos aprendido en la primera parte del año; estas deben ser las prioridades con las que llenamos nuestros corazones de verdades y las digerimos en estos días calmos e introspectivos apoyados por el clima.

     Aquí en Occidente la muerte es un tema silenciado, apartado de la vida corriente, reservado a los sitios especializados en su gestión. Siendo arrojada, despatriada y sustituida por un sueño de inmortalidad  representado por el culto de la apariencia juvenil y sus valores; a pesar de constituir la única realidad de la que no se puede dudar. El recorrer íntima y profundamente las Ocho Puertas de la Rueda de la Vida nos obliga a considerarla como una etapa necesaria del ciclo de la existencia. Al incorporarla en nuestras celebraciones contribuimos bastante en deshacer el silencio y el exilio de ella en nuestras vidas y así abrir las puertas al conocimiento del misterio que nos rodea. Sólo se puede entender el misterio de la vida si se entiende el de la muerte.

     En esta celebración se incorporan actividades propias de prácticas chamánicas transculturales que, de seguro, se practicaban en la antigua Europa pre-cristiana y otras muy asequibles en el ámbito familiar para contribuir a armonizar y hacer fluidas las relaciones  familiares especialmente a través del palo parlante, el preparar adornos y collares de palomitas de maíz representando la generosidad de las cosechas; o el proponer  almohadas de sueños que nos permitan buscar sueños en un dormir tranquilo entre otras actividades. 

     Con Mabon también dirigimos nuestra mirada hacia Occidente, hacia el Océano Atlántico y a las tierras de la otra orilla; a nuestros hermanos de la otra orilla. En esta celebración vamos a tomar algunas propuestas y actividades inspiradas en sus culturas, habida cuenta de los numerosos puntos de coincidencia entre sus ancestrales tradiciones y las que rescatamos de nuestras viejas tradiciones celtas y celtíberas. La rueda ontoenergética es una fusión de ambas, es el abrazo entre las dos orillas del misterioso Atlántico y del beso del Mediterráneo.


 Ernesto Cabeza Salamó

 

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