domingo, 19 de abril de 2020

¡La distopía que nos proponen hoy!


¡La distopía que nos proponen hoy!



Ayer por la tarde aluciné pepinillos. Un grupito de científicos y médicos, profetas de la salud, en uno de tantos programas de TV, declarando sin el menor rubor, que a partir del covid-19, y dado que cada 4 o 5 años viene produciéndose una plaga vírica, dictaminan que las relaciones humanas deben establecer cambios. El motivo es que, con la globalización y la densidad de población humana, las pandemias son inevitables. La solución que proponen es que hay que hacerse a la idea de que estos virus, que ya están, se quedan y que aparecerán más en los próximos años; con lo cual no les parece mal, más bien defienden, que la gente se acostumbre a llevar caretas de forma normalizada y mantengan las distancias y, por supuesto, evitar el contacto físico. Y esto más allá de esta época de infección.

Qué profesionales de la salud, científicos de situaciones epidémicas, lo digan así, sin más, y además apoyando las medidas de control mediante IA (inteligencia artificial) como en China, sin la menos crítica de lo que supone, me indigna enormemente. Espero que en fechas venideras próximas lo reconsideren, porque, así, estaremos más protegidos de diversos virus, pero enfermaremos de falta de contacto y humanidad. Proponer que el contacto y relación humana, lo sea sin contacto físico es condenar a lo más esencial del ser humano (estrecharse, abrazarse, acariciarse, besarse y sonreírse).

Si estas mentes “privilegiadas” tan estructuradas no aciertan a dar con otras respuestas que no sean deshumanizar las relaciones sociales e interpersonales, no merecen sus atributos de personas de conocimiento, de saber. Son marionetas de corrientes de opinión transhumanas.

El temer al contacto físico fuera del periodo de alarma es desmembrar la vida comunitaria y distanciar a cada uno de sus semejantes. ¿Debemos comunicarnos por estos y por medio de móviles a distancia de unos dos metros? ¿Se inventarán algunos chismes o aplicaciones que nos producirán virtualmente la sensación de las caricias y abrazos sin contacto físico humano? ¡Por asepsia renunciar al contacto! ¿Tendrán las madres que evitar dar el pecho a sus retoños y extraerse la leche para dársela mediante biberones con guantes? ¿Renunciarán los amantes a extasiarse en las caricias y juegos de amor? ¿Haremos el amor enfundados con algo parecido a trajes o atuendos de neopreno? 

¡Cómo pueden, ni tan sólo sugerir tales medidas de represión, pretendiendo que sea asumido como auto represión?

Quizá no enfermemos tanto de virus, pero padeceremos de otras más graves enfermedades carenciales de tipo humano; pero claro, se tratan con psicofármacos y otros tratamientos farmacológicos al ser consideradas como crónicas.

¿Qué estamos locos! ¡Seguro! Que lo vemos con toda nitidez. ¿Seguro! Que las ominosas contradicciones de nuestro mundo destapen todas estas vergüenzas.

Resulta que el mundo va al desastre si “lo esencial” se detiene. Eso esencial es todo el conjunto de gente trabajadora que lo hace con sueldos irrisorios. No hace falta tantos empresarios, ni jefes, no se los necesita, lo básico para la vida no depende de ellos. Tengamos presente que, en todos los ámbitos, los servicios esenciales son las personas más humildes. Los “grandes” lo saben, saben que nos hemos dado cuenta. También saben qué es lo que tienen que hacer para mantener el control: sustituirlas por máquinas robóticas y “IA” condenando a la precariedad y al subsidio temporal o permanente a tal población sustituida. De este modo habrá un cierto consumo de gente que se sentirá culpable de su fracaso personal; otro sector con trabajo más o menos condicionado a su actitud, y una estratificación piramidal desde bastante a muy acomodada constituyendo cargos ejecutivos, jefatura y élites que moverán los hilos. Todo sesudamente bajo control, la IA controlando lo económico, la información y la fiscalidad de la masa alienada. ¡Una plena distopía! Se van dando pasos hacia esta dirección y la tecnología de control se va introduciendo a pasos firmes y, no sólo con el consentimiento popular, sino con ferviente adhesión por desear estar en ñ último de la tecnología de la comunicación y computación.

Aún estamos a tiempo de tomar consciencia y poder pararlo, pero el tiempo no es indefinido. Por el temor, la deshumanización, el dinero y el consumo (necesario y superfluo) se nos controlará por completo, y sin apenas darnos cuenta.


Ernesto.

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