Yule (Navidad) Solsticio de Invierno
Versión actualizada 2013.
Cuando vemos aproximarse las fiestas navideñas, una peculiar excitación
recorre nuestro ser. Por un lado nos ilusiona todo ese contexto y
ambiente de celebración, único, sin igual; y por otro nos acude cierto
estrés por la cantidad de preparativos, actos y celebraciones y también
por la previsión de cansancio que va a suponer. Albergamos tiernos
sentimientos ligados a viejos recuerdos tradicionales y de la infancia.
Efectuamos los presupuestos de gastos, pudiéndonos llevar las manos a la
cabeza ¡Menudo gastón se avecina!
Así es. El contexto consumista en todos sus aspectos hace especial
mención en estas fechas. Festejo, banquetes, regalos, decoración, etc.
Salimos a la calle pomposamente decorada e iluminada; los escaparates
rebosantes, múltiples canciones navideñas resuenan por doquier
mezclándose unas con otras; simpáticas personas disfrazadas de
rechonchos “Papás Noel” se apostan en las puertas de ciertos
establecimientos con su risita característica y tradicional campanilla. Y
los niños esperan con gran ilusión que se dé, una vez más, una fecha
mágica y les colme de golosa felicidad por ser fiesta escolar, por los
dulces y regalos. Los padres y familiares no regatean lo más mínimo para
que así sea.
Veamos ahora otra visión. Los primeros fríos invernales acuden; en
muchos lugares ya han caído o están cayendo las primeras nieves, y si no
lo hace, las bajadas de temperatura ya indican la inminencia del
invierno. Hace bastante que los árboles caducos han perdido sus hojas y
puede que en los parques aún queden secos mantos de ellas por recoger.
Los días son los más cortos del año y las noches muy largas; todo ello
nos pide permanecer más en el hogar y menos deseos de salir al aire
libre. Esto anuncia el Solsticio invernal; aquella noche en la que el
día habrá sido el más corto del año y la noche la más larga. Por un
instante, en lo que una inhalación y exhalación, se produce un gran
cambio. El retroceder de la luz llega a su máximo e instantes después
empieza a progresar. Un mágico acontecimiento acaba de ocurrir que reúne
lo que pasa en un Hemisferio del planeta, nos ocupa ahora el
Septentrional y lo relaciona con fenómenos cósmicos. La luz del Sol ha
agonizado y momentos después nace y crecerá lentamente encaminándose a
la primavera. Éste es el significado arquetípico de esta fecha. Su
agonía ha sido lenta y con ella ha despojado de vida a la naturaleza;
pero ahora, justo en el centro de esta noche, la más larga del año, nace
el nuevo sol, como un bebé, que debe crecer amorosamente hasta adquirir
su poder de calentar e iluminar al mundo representado por la Madre
Tierra, la Naturaleza.
Las luces intermitentes y policromas, la música de las canciones
navideñas nos impiden apreciar este misterio, y este misterio
arquetípico, más allá de las tradiciones religiosas se repite año tras
año a lo largo de los milenios de los cuales puede testificar el humano
en la Tierra.
Es un error que la Navidad deba celebrarse simultáneamente en todo el
planeta. Esta es una imposición del colonialismo de una religión
procedente del Hemisferio Norte. En el Hemisferio Norte acontece en
diciembre, en el Sur en junio. La razón de ello es su relación con la
duración del día y el simbolismo arquetípico, no con el mito del
nacimiento del niño Jesús que, como veremos, no nació a fines de
diciembre, sino en septiembre u octubre del mundo Septentrional. La
imposición de una religión en diversas versiones con finalidad ecuménica
ha roto la armonía de las gentes del Hemisferio Sur en sus condiciones
climáticas, solares y telúricas. En el Solsticio de verano se celebra
la máxima expansión de la vida en la Naturaleza y no el nacimiento de
esta promesa de la vida en la protectora apertura de una cueva de la
Madre Tierra. Amigos, hermanos del Sur; reclamad volver a armonizaros
con los ciclos de la Madre Tierra y celebrad vuestra Navidad en vuestro
Solsticio Invernal y no en el nuestro. Se os obliga a ir en
contracorriente a la energía que hay en vuestro hemisferio en boca de un
mito religioso que, al fin y al cabo, tuvo que cristianizar a las
poderosas fiestas paganas que en Europa se daban en aquellos tiempos.
Todas las culturas que fueron conquistadas por el impresionante Imperio
romano tenían sus fiestas solsticiales, incluida la propia Roma; y con
el advenimiento del cristianismo no se tuvo otro remedio que adaptarlas
a sus intereses para mantenerse y prosperar.
De todo esto trataremos en todas estas páginas. Pero sí anuncio que,
aunque en muchos aspectos hable en general para el Hemisferio Norte,
también, en particular, me ocupo de esta minúscula parcela geográfica
que ocupa mi espacio geográfico y cultural. He nacido y vivo en
Barcelona, capital catalana en la Península Ibérica, con sus propias
tradiciones en estas festividades. Para los que no sois catalanes, quizá
os sirva como una expresión de otras costumbres que os resultan ajenas;
pero es mi contexto y en él me expreso.
Tal como propuse al presentar la Sagrada Rueda de la Vida, voy a
utilizar los nombres celtas de sus festividades; no porque las reclame
como denominación; sino porque son más representativas en Europa que las
romanas; y porque el tradicional calendario celta, con sus dos épocas:
la de Oscuridad y la de Luz divide los dos medios años con sencillez y
naturalidad; y porque se organiza alrededor de 13 meses lunares, cada
cual con el nombre de una especie vegetal que florece o fructifica en
esa luna. ¡Qué mejor acto de amor a la Madre Tierra que nombrar cada una
de sus lunas con el nombre de una de sus más maravillosas criaturas
vegetales! Para la mayoría de las gentes, cuando pensamos en el mundo
vegetal pensamos en términos de “materiales para… construir,
industriales, combustible, alimentación, etc.”. Pensamos en el mundo
vegetal como objetos y no como seres vivos gracias a los cuales este
planeta tiene suelo y también oxígeno. Ya simplemente por este
reconocimiento y la gratitud hacia todas las formas vegetales y su
ancestral sacrificio para apoyar nuestra supervivencia, merece el que
los meses lunares lleven algunos de sus nombres.
Yule es el término celta que se traduce por Navidad. Ambos son
correctos. Utilizad el que mejor sintáis en el corazón; pero ambos son
de origen pagano. Uno druídico y el otro del paganismo de la antigua
Roma. Natividad sería el cristiano, pues pretende celebrar el
nacimiento, la natividad de Jesús.
La imaginería con la cual abordamos la decoración cultural de nuestras
ciudades y hogares brota directamente del pasado pagano. En Oriente no
había nieve en la población de Belén y tampoco el árbol de Navidad; pero
nuestro espíritu arquetípico, en lo más profundo de nuestro psiquismo
recuerda y pervive el sentir de percibir el verde perenne del abeto, del
pino o del ciprés cuando los demás árboles ya están desnudos y como
muertos. Y también es conmovedora la serena paz y amor que en la
tradición cristiana une las figuras de la Virgen María y el Niño; que
tan claramente evoca el mito de las antiguas celebraciones del culto a
la diosa en Yule, con el nacimiento del Niño-Sol durante la noche más
larga del año.
Aunque el carácter festivo de la noche pida ruido y diversión y muchos
la celebren bailando y cantando durante toda la noche, en el rincón
profundo de nuestro self, en el lugar en el que reside el Misterio en
nuestro Ser, permanece el silencio, la quietud. La espera atenta,
reverente, esperanzada del nuevo amanecer. La quietud de la Tierra en el
descanso invernal, esperando que la luz aumente y las semillas de vida
puedan, una vez más, germinar y dar su fruto. Esta quietud silenciosa,
atenta, esperanzada, convocando la nueva vida que llena lo profundo de
nuestro ser y lo que nos alegra al confiar que un nuevo ciclo de vida
está naciendo en el recóndito refugio de nuestro ser.
Las cuevas, arquetípicamente, representan el tránsito entre nuestra
conciencia ordinaria y la propia de nuestro Ser, nuestra “Tierra
Interior”. En lo profundo de estas cuevas reside la otra tierra luminosa
y con poder. Por eso en la cueva, en el humilde pesebre (refugio de
animales, es donde nace el Niño-Sol o el Niño-Luz. En lo profundo de la
cueva, donde no puede alcanzar el rigor de los fríos y vientos luce
nuestro “sol interior”, nuestra espiritualidad; y en tal fecha se
armoniza con la Tierra y el Astro Solar para recrear el Misterio. El
misterio del “Alumbramiento de la nueva luz” en nuestro corazón y en la
Naturaleza Viva.
Si nos tomáramos la molestia de acudir a la naturaleza en estos días
tranquilos de invierno, contemplándola, nos daríamos perfecta cuenta de
la inmensa belleza, pruebas de sosiego y calma que nos rodea aunque sea
de bosques desnudos, con o sin nieves, y que el claro-oscuro es el color
dominante. Hay quienes dicen que deprime; pero eso refleja la posible
distancia que hay entre nuestro mundo ilusorio cultural y social y el de
la profundidad de nuestros corazones, muy alejado, a veces, del
cotidiano. El invierno nos recuerda la muerte, y en occidente nos asusta
en demasía. La muerte tiene su belleza y sus secretos y es esperanza de
vida. Esto conmueve cualquier alma sensible tratando de mantener a
distancia la presencia, de esta realidad necesaria e inevitable.
La esperanza del re-nacimiento de la vida, de la luz; es lo que
celebramos en Yule, y esta luz interior la proyectamos en nuestro
ambiente llenándolo de policromas luces y áureos reflejos. Cuando más
oscuro y frío es el país, más necesidad de ello hay, como es natural.
Voy a proponer el tratar de re-descubrir el sentido profundo de esta
celebración y de sus fiestas en esta época tan especial. Con lo cual
vamos a motivar que nuestras decisiones y actos se encaminen hacia el
mundo interior antes que el comercial, que nuestros hijos se sorprendan y
se sientan felices más allá de los listados de deseos en la carta a
Papá Noel o a los Reyes Magos de Oriente. Vamos a participar en la
familia y con nuestros jóvenes de las sensaciones y sentimientos que
crearon nuestros ancestros la necesidad de celebrar estas fechas con sus
símbolos, la madera y la luz inextinguible que luce en la oscuridad.
Yule hace referencia a fiestas muy antiguas europeas en las que se
celebraba los cambios de la naturaleza en su ciclo anual en el
Hemisferio Norte. Esos cambios iban en torno a la Naturaleza-Sol, como
tratándose de una pareja divina dadores y sustentadores de la vida.
Comúnmente no se conoce la distinción entre Navidad (Yule) y
Natividad, porque ambas celebraciones se han hecho coincidir.
Míticamente se refieren al mismo fenómeno, pero religiosa y
culturalmente hasta se oponen.
La palabra Yule todavía existe en algunos países como en Escocia,
Noruega, Dinamarca y Finlandia. Se suele considerar actualmente el
periodo festivo comprendido desde el día de Nochebuena hasta el primer
día del año nuevo, o hasta el día de Reyes.
En los círculos religiosos cristianos, desde el catolicismo hasta el
protestantismo, y en diversas variantes de los mismos, el término
Natividad es el correcto, que anuncia el nacimiento del niño Jesús y así
se distancia y diferencia de navidad de origen pagano y de yule de
origen claramente druídico.
Los antiguos romanos celebraban el solsticio de invierno, cuando “el
sol vence a las tinieblas” y empiezan a alargarse los días. Cuando el
emperador Constantino, con el edicto de Milán, declaró el cristianismo
romano como religión oficial del Imperio, los romanos seguían celebrando
sus tradicionales fiestas solsticiales invernales; entonces la Iglesia
decidió absorber esa fiesta dándole un sentido cristiano, puesto que
hasta entonces no se celebraba la Natividad del Señor “Nativitas
Domini”. El sol pagano (Apolo) que vence a las tinieblas se transforma
en Cristo, y desde entonces la Navidad se corresponde con la noche del
24 al 25 de diciembre, cuando el solsticio es entre el 21 y 23 de
diciembre
En la mitología nórdica europea, el dios de la
luz parte en Sanhaim (31 de octubre a 1 de Noviembre) a la Tierra del
Eterno Verano (el Submundo), para preparar su renacimiento, siendo su
lado oscuro coronado como rey de la mitad oscura del año. Es la época de
la cabalgada de Odín. Es así que en medio de la noche más oscura del
año nace la nueva luz, la promesa de vida, el niño-sol divino. Yule
significa “Rueda”. Es el punto en el que la Sagrada Rueda de
nacimiento/muerte/renacimiento se completa. Se celebra en el propio
solsticio el 21 o 22 de diciembre según el año y es cuando se produce la
ruptura de la mitad Oscura del año. Con el nuevo amanecer, el sol se
eleva ya un poco más y se queda día a día un poco más en el cielo. Yule
es la noche más larga del año. Para los antiguos era esperar el
nacimiento del Rey Roble, el Dios Sol, el Creador de la Vida, que
calentaba la Tierra helada; y la “diosa”, la Madre Tierra, que con él
cuidaba y guardaba las semillas durante el otoño y el invierno en sus
entrañas esperando el aumento de luz y calor para brotar y florecer.
Como nuestros ancestros europeos estaban tan íntimamente en relación con la
naturaleza y su discurrir natural, en vez de recurrir a una abstracción como
hacían los taoístas, lo representaban con la ideación de un relato mítico a
través de dos árboles sagrados que lo representaban.
Que se
sentían profunda e íntimamente relacionados con la naturaleza (Madre Tierra) y
que la vivían como un Ser Vivo trascendente con mucha más intensidad que los
actuales europeos no debe sorprendernos. Como muestra sabemos que cada uno de
sus trece meses o lunas del año tenía el nombre de un árbol o de alguna planta
que florecía o fructificaba en esa luna. Los meses tenían nombres de seres
vegetales. Esto es muy significativo e ilustra su modo de sentir íntimo.
Los
druidas, bardos y sacerdotisas consideraban sagrados a un conjunto de árboles y
platas, de entre ellas destacan dos por el relato mítico y utilizaban a ambas
en las celebraciones de los solsticios. Uno es el roble y el otro el acebo. El
roble es un portentoso árbol caducifolio, el acebo es un arbolillo perenne; un
evidente contraste.
Roble |
Acebo nevado |
El roble con la primavera brota y se llena
de un denso follaje durante el verano, sus frutos, las bellotas, son discretas
en cuanto atractivo. El acebo mantiene su follaje siempre verde y al acontecer
el otoño maduran sus frutos, mostrando un encendido color rojo al empezar el
invierno. Durante el verano, el acebo es modesto y pasa prácticamente
inadvertido comparado con el majestuoso roble; pero con el otoño, el roble
pierde sus hojas y queda desnudo, como muerto; mientras que el acebo destaca
con su brillante verdor y muestra sus hermosos frutos ya con cierto color, que
cada vez se intensificará más hasta alcanzar el invierno; entonces el roble
aparece desnudo y como muerto, cuando el otro se halla en su esplendor.
Esto dio como resultado la creación del mito
de los dos hermanos gemelos el Rey Roble y el Rey Acebo; hermanos que se enfrenta
por la supremacía.
En otoño el Rey
Roble pierde el vigor y sucumbe y con el solsticio invernal éste ha perdido
todas sus hojas en la lucha y se haya vencido; mientras el Rey Acebo se muestra
triunfante y pleno de vigor. Sin embargo este triunfo encierra en sí mismo el
germen de la derrota, dado que el Rey Roble con la primavera renace y vuelve a
establecer su supremacía y ésta llegará a su máximo esplendor en el solsticio
de verano (Litha), mientras el Rey Acebo pasa a convertirse en un arbolillo discreto
en la sombra del bosque; y vuelta a empezar en esta eterna lucha.
. Así cada uno reina en una mitad del año. El Roble es
el Rey y Señor de la época luminosa del año que se inicia en Beltane y concluye
en Samhain; y el Acebo se hace Señor y Rey de la época oscura del año que se
inicia en Samhain y concluye en Beltane.
Yule es la
fecha en la que el poder del Rey Acebo está en su apogeo y, por tanto,
representa plenamente el significado de esta festividad; por eso se utiliza tanto como motivo de decoración y simbolismo de esta celebración solsticial.
Yule encierra en sí todos los dioses solares, las diosas madres y la “Triple diosa” (hija-madre-anciana).
El mito más conocido sobre la diosa sería la
relación del dios Dagda y la diosa Brighid; la divina hija, Brighid
enseñó a los forjadores el arte del fuego y los secretos para trabajar
el metal. La llama de Brighid, como la llama de la nueva vida, atraviesa
la oscuridad del espíritu y de la mente; es su atributo principal ya que se cuenta que nació con una llama sobre su cabeza, la cual la unió con el Universo. Se decía que eran tres hermanas co el mismo nombre, por lo que era considerada como una triple diosa celta. Es la diosa-madre, diosa
de las artes, la magia, la guerra y la medicina. Es también la diosa de
los druidas, de los bardos, de los vates y de los herreros. Mientras que Dagda, su padre, con su
caldero asegura que la naturaleza, siempre provea para todos los niños y
criaturas del mundo.
Y también tenemos a Ceridwen con su mágico caldero asociada al aspecto de diosa de la luna menguante y bruja, como ya vimos en la celebración de la festividad Samhain. (Ver en Actividades en grupo o familia de Samhain 3ª Parte: "Año Nuevo Celta").
Yule encierra en sí todos los dioses solares, las diosas madres y la “Triple diosa” (hija-madre-anciana).
La Triple diosa |
Triple aspecto de Brighid |
Y también tenemos a Ceridwen con su mágico caldero asociada al aspecto de diosa de la luna menguante y bruja, como ya vimos en la celebración de la festividad Samhain. (Ver en Actividades en grupo o familia de Samhain 3ª Parte: "Año Nuevo Celta").
Diosa Cridwen con el caldero y los implicados en su mito |
El nacimiento del dios sol ocurre en una cueva, que representa la
propia Tierra; por ello una de las actividades de Yule es construir una
cueva.
En la mitología nórdica europea, el dios de la luz parte en Sanhaim (31
de octubre) a la Tierra del Eterno Verano, en el submundo para preparar
su renacimiento, saliendo su lado oscuro coronado como Rey de la mitad
oscura del año. Este segundo personaje queda perfectamente reflejado en
la figura patriarcal de Odín con su famosa cabalgada nocturna de caza
que empezaba la noche del 31 de Octubre y concluía en la propia noche
del solsticio en Yule.
Diosa Morringan |
Para los celtas el año empezaba en la Época Oscura en Sanhaim cuando
Dagda (dios de la luz, abundancia y la vida) y Morrigan (diosa de la
noche, guerra y muerte) hacen el amor, permitiendo que sus dos mundos
aflojen sus rígidas fronteras. Pero en tiempos anteriores a su llegada,
el año comenzaba el día del solsticio con la fiesta que se llamaba
“Fiesta o Noche de las Madres”. Desde los
tiempos más remotos había un culto localizado a las Madres. Este culto
se encontraba extendido por todos los países germánicos y celtas. Era
tal su popularidad que podemos encontrar altares de sacrificios, piedras
de inscripciones y exvotos dedicados a las diosas en toda Europa, sobre
todo en el Bajo Rin, Colonia, Mar del Norte, Inglaterra, Italia, e
incluso en Córdoba (Dedicado a Aufaniae). Las madres eran culto popular
dado a que ellas tenían poder sobre la realidad inmediata, y como es
normal y corriente de un interés más real. Los nombres de las Madres son
muchísimos, pero sin embargo hay una relación en común en su
significado. Entre los nombres más frecuentes podemos encontrar las
Alagabias "Las que lo dan todo", Aufanias "las Generosas", también
Gabias "Las dadivosas" cuyo nombre es el mismo que la diosa Vikinga
Gefjon. Otras madres dieron fuerza y éxito como Aflias "Poderosas".
Otras ofrecían sabiduría como Saitchamias y Ahueccanias, que
significarían "Adivinas de Agua". También encontramos madres con el
nombre de algunos ríos sagrados. O señoras de los Árboles tales como
Alatervias "Señora del Roble" o Berguiahenae "Señoras del Abedul". Hay
madres sanadoras, que ayudan en el parto, de las bodas, del hogar...
También Madres que tenían poder sobre los juramentos, o con la guerra,
las batallas y la muerte. Sin
duda estas fiestas estaban relacionadas con la tradición de la Gran
Diosa Madre, seguramente del Calcolítico europeo, en una época anterior
al patriarcado cuyo mayor exponente es el mito de Odín. “La Noche de
las Madres” y Yule es la misma festividad y en ambos casos representa el
nacimiento del niño-dios-sol como inicio de un ciclo de renacer tras la
muerte.
El mito del Árbol y del tronco de Yule
Igdrasil |
El culto druídico veneraba al árbol en especies tales como fresno,
roble, pino, tejo, etc., y se debía a la sacralización de todos los
elementos de la naturaleza.
El árbol sagrado tenía el nombre de divino Igdrasil (Árbol del
Universo), en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los
dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín); mientras que las raíces
profundas se encontraba el Submundo, Helheim, (el reino de los muertos).
Los habitantes del Norte de Europa celebraban el nacimiento de Frey,
dios sol de la fertilidad, adornando un árbol perenne, en la fecha del
solsticio. Posteriormente con la cristianización, los cristianos tomaron
la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero
cambiándose totalmente el significado.
En la tradición rúnica, se marcaba una pausa de 12 días que iba desde
el 25 de Diciembre al 6 de Enero, durante ese tiempo todo debía
detenerse. Era un tiempo sagrado que representaba la sucesión de las 12
lunas, y el propio 6 de enero la treceava. Antes de esa fecha se abatía
un gran árbol perenne que se mantuviera verde todo el invierno. Para
seleccionarlo se atendía a los designios sagrados del propio Odín, según
unos, o a los de Morrigan, en otros. Se situaban trozos de carne al pie
de los posibles candidatos y unos observadores vigilaban los cuervos,
las aves sagradas de ambas divinidades. Luego se abatía al árbol bajo
del cual había estado el primer trozo de carne devorado por los cuervos.
El árbol elegido por el poder celeste representaba Igdrasil (El árbol
del universo) uniendo los mundos entre sí, siendo considerado del todo
sagrado. Se cortaban sus ramas que eran repartidas entre los vecinos y
que adornaban con ornamentos evocando la luz de la vida y la fertilidad y
abundancia en el mundo (el origen del árbol de Yule). En el tronco se
inscribían los deseos colectivos de la comunidad, con la certeza que
éstos se harían realidad estando gravadas en su sagrada madera. Y hacia
el final de Yule se cortaba y se repartía entre la gente que lo guardaba
durante todo el año y que lo quemaría cada uno en la noche de Yule del
año siguiente. He aquí el origen simultáneo del árbol de Yule y del
tronco de Yule o de la suerte.
Con
la cristianización se cuenta que san Bonifacio (680-754), evangelizador
de Alemania, tomó el hacha y cortó un árbol que representaba el
Igdrasil, y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó
el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas
simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las
velas representaban la luz de Jesucristo en el mundo. Conforme pasó el
tiempo, las manzanas se transformaron en esferas y otros adornos.
Después se agregó la tradición de poner regalos para los niños bajo el
árbol, enviados por los Reyes Magos, Olentzero o papá Noel dependiendo
de la leyenda de la región donde se encuentre. La tradición del árbol de
navidad actual con los adornos actuales parece que se inició en
Alemania y Escandinavia en los siglos XVI y XVII, extendiéndose a los
otros países europeos.
En cuanto al tronco de Yule, ahora que la tradición del árbol sagrado
de Igdrasil, no se realiza, se ha adecuado guardando el mismo
significado arquetípico. Es la representación gráfica y simbólica del
renacimiento del dios. Preferiblemente el tronco debía ser de pino o de
roble. Tradicionalmente el tronco que se quemaba era el tronco utilizado
en la celebración del año anterior o bien un pedazo de tronco del árbol
de Yule que después de cumplir su función navideña, en vez de tirarlo,
se guarda una parte de él para este fin. Si los que se utilizan son
artificiales, se puede adquirir un tronco “nuevo” de los árboles
mencionados y hacer la quema del tronco de Yule del modo tradicional.
Grava o pinta en el tronco la figura del sagrado sol, o un símbolo de
la divinidad de tu corazón. La noche de Yule, prende el tronco en tu
chimenea, o en una hoguera cuidando de no dañar el ambiente, diciendo
las siguientes palabras: “La rueda gira, el poder arde”. Mientras ves el
tronco quemarse visualiza al dios sol brillando dentro de él y medita
acerca del “renacimiento”. Y debe arder a lo largo de toda la noche
haciéndose o no vigilia. Tradicionalmente se hacía vigilia acompañando
el renacer del dios sol a lo largo de la noche más larga del año. Es
identificarse con su largo proceso de renacer. Y las cenizas resultantes
se cree que traerán buena suerte al hogar donde se ha quemado.
En relación con el tronco de Yule, hay otra tradición que
originariamente debió surgir de esta antigua fiesta celta. Es el “Tio de
navidad” en Cataluña, Aragón y Occitánia.
En Cataluña se llama “Tió de Nadal”, en Aragón “Tronco de Nadal” o “Toza” y en Occitania “Cachafuòc” o “Soc de Nadal”.
Es una tradición emparentada con la del árbol de navidad o Yule que se
le hacía arder en el hogar. El fuego de la casa o de tierra. Este tronco
al quemarse, daba bienes tan valiosos como el calor y luz; tanto en su
aspecto formal como en su aspecto simbólico espiritual evocando valores
de la Navidad y del significado del solsticio que ya he presentado; y
que para los niños además ofrecía ciertos presentes como golosinas,
galletas, turrones, etc., actualmente se suelen añadir pequeños juguetes
para completar las expectativas de los más pequeños. Pero aún puede
encontrarse en ciertas poblaciones, hogares en los que el “tío” es un
gran tronco que se pone a quemar en el fuego de Navidad.
Tió de Nadal |
A partir de su origen celta original (tronco de Yule), sufrió una
evolución en la que este mágico tronco, un día cercano a la víspera de
Navidad (24 de diciembre); llega a la casa llamando a la puerta. Quien
le abre la puerta y lo acoge en la casa debe cuidarle, darle calor
cubriéndolo con una manta y colocándolo cerca de una fuente de calor
(chimenea, estufa, calefacción) para que no pase frío y darle de comer
hasta el día 24 por la noche, momento en el que se le hace “cagar” con
la expresión “caga tió”. Al introducirse esta tradición en las ciudades,
al no ser tan fácil conseguir un tronco, se pasó a comercializarlo en
diversos tamaños y darle una apariencia cultural, siendo todos los que
se venden iguales. Suelen presentar una barretina (gorro tradicional
catalán de color rojo), tienen pintada una cara sonriente y,
frecuentemente dos patas delanteras. Originalmente todos eran
diferentes, porque simplemente era un tronco grande al que el adulto
pintaba como quería.
El “Tio” se instala tradicionalmente en la cocina, comedor o salón,
cerca de una fuente de calor. Se leda de comer pan seco, algarrobas,
mondas de naranja o mandarina, los propios frutos u otros frutos; hay
quienes les dan de comer chocolatinas y otros dulces. También hay que
darle agua para beber. Gracias a estos cuidados el “Tió” podrá “cagar”
los regalos.
La tradición del “Tió” era para ofrecer regalos a los de la casa, y
estos según las condiciones históricas ha ido variando con el tiempo;
antes eran dulces y turrones o repostería de celebración con lo cual se
celebraba la fiesta; en tiempos de carestía eran frutos secos;
actualmente el Tió ofrece mucha más variedad de dulces, y hasta pequeños
regalos; pero sin ser el principal portados de regalos, cuya hegemonía
sigue siendo “Papá Noel” o los “reyes Magos”.
Al Tió, según los hogares, se le hace “cagar” en Nochebuena o en
Navidad. Es una tradición que conserva todo un ritual tradicional. Es
una ceremonia doméstica o de pequeña comunidad (escuela, grupo de
amigos) que consiste en recitar o cantar unas conocidas canciones y al
acabar golpear con varas al tronco para que este “cague”.
La canción típica en Cataluña es esta que, con diferentes variantes, se mantiene cantándola los niños:
“Caga Tió
ametlles i torró.
No caguis arengades
que son massa salades.
Caga torrons
que son més bons.
Caga tió
ametlles i torró
i si no vols cagar
et donaré un cop de bastó.
O esta versión más reducida:
Caga tió
mel i mató.
No caguis avellanes
que no ens agraden.
Caga torró
que es molt bo.
I si no cagues be
et donare amb el bastó.
El mito de Papá Noel
Este personaje tan asociado actualmente con el comercio y la Navidad es
fruto de un potente sincretismo. Es un personaje legendario inspirado
en un obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás en el siglo IV
en Anatolia, Turquía. Era una de las personas más veneradas por los
cristianos de la Edad media, del que aún se conservan sus reliquias en
la basílica de Bari, Italia.
Por otra parte tiene que ver con una evolución de antiguos mitos
nórdicos de Odín y de Noche de Yule, a la cual se añadió la leyenda de
San Nicolás de Mira, distribuyendo regalos. Los normandos tardaron en
ser cristianizados en la Edad Media y en la Europa atlántica
coexistieron con el cristianismo ya estructurado. No es de extrañar en
que cuando el mito llegó a América fuera a través de los holandeses y
alemanes. El porqué de su asociación con Odín se debe a algunos de sus
características. A Odín se le representaba acompañado por su caballo
Sleipnir y por los dos cuervos que lo ven todo, así como en numerosas
representaciones de san Nicolás, éste está acompañado de su caballo y de
dos pierrots negros (pierrot representa el arquetipo del criado, y por
eso son sus ojos y oídos), obedeciendo a una evolución de elementos
mágicos a personajes más cortesanos. De la idea nórdica de Odín también
procede la idea de su procedencia polar a través de la cabalgata
nocturna de Odín montando el caballo de ocho patas “Sleipnir”. La
cabalgada nocturna de Odín empezaba la víspera de Sanhaim (31 de
octubre) y acababa en la noche más larga del año, en Yule, el Solsticio
de invierno. También se ve el paralelismo con la cabalgada aérea de Papá
Noel desde el Polo Norte a bordo de un trineo tirado por renos lapones
todo ello mágico.
Historia de Nicolás de Mira
Nació en el año 280 en Patara, ciudad del Sudoeste de la actual
Turquía. Era hijo de una familia acomodada siendo sus padres muy
rígidos. Su padre deseaba que también fuera comerciante en el Mar
Adriático, mientras su madre esperaba que fuera sacerdote como su tío,
el obispo de Mira. La peste mató a sus padres y él conmovido por la
desgraciada situación de los enfermos de su ciudad, repartió sus bienes
entre los necesitados y partió hacia Mira para vivir con su tío y
ordenarse sacerdote, cosa que logró a los 19 años. Más tarde, al morir
su tío fue elegido para reemplazarlo.
San Nicolás de Bari |
El emperador Diocleciano que reinaba entonces en toda Asia Menor
persiguió cruelmente a los cristianos. Ello condujo a que fuera apresado
y obligado a vivir cierto tiempo en el exilio.
En el 313 el emperador Constantino restableció la libertad religiosa y
Nicolás pudo retornar a su cargo de obispo. Nicolás murió en 343
seguramente víctima de persecuciones religiosas del Imperio Romano. Fue
enterrado en Mira.
De él se cuenta muchas historias, narrando sus milagros y bondades para
con la gente humilde, tanto fue así que se convirtió en santo patrón de
Grecia, Turquía, Rusia y la Lorena.
Se cuenta que alguien acuchilló a varios niños, entonces el santo rezó por ellos y obtuvo su curación casi inmediata.
Como
repartidos de obsequios se cuenta que un empobrecido hombre padre de
tres hijas, no podía casarlas por no tener dote necesaria, al carecer
las muchachas de la dote parecían condenadas a ser “solteronas”.
Enterado de esto, Nicolás le entregó, al obtener la edad de casarse, una
bolsa llena de monedas de oro a cada una de ellas. Se hizo en secreto
entrando por la ventana y poniendo la bolsa de oro dentro de los
calcetines de las niñas, que colgaban sobre la chimenea para secarlos.
También fue nombrado patrón de los marineros porque estando algunos de
ellos en una terrible tempestad en alta mar y viéndose perdidos
comenzaron a rezar y a pedir a Dios. En ese momento la figura de San
Nicolás se hizo presente y calmó las aguas.
En Oriente se le conoce como San Nicolás de Mira, pero en Occidente
como san Nicolás de Bari, ya que, cuando los musulmanes invadieron
Turquía, los cristianos lograron sacar en secreto sus reliquias (1087) y
las llevaron a la ciudad de Bari en Italia. En esta ciudad se
obtuvieron tantos milagros al rezarse al santo que rápidamente su
popularidad se extendió por toda Europa. Se festeja la noche del 5 al 6
de diciembre.
SinterKlaas |
Antes de que San Nicolás obtuviera el reconocimiento mítico de
distribuidor de regalos, había otros personajes tradicionales y
culturales que cumplían esta función. En la antigua Roma, cuando se
celebraban las fiestas Saturnales, a mediados de diciembre, al final de
éstas los niños recibían obsequios de todos los mayores. Más tarde, en
otras tradiciones igualmente existía este rol; el Italia los niños
recibían los regalos de un “hada o bruja” llamada Befana. En Cataluña,
Aragón Y Occitania de un tronco mágico llamado “Tió de nadal”. En los
pueblos de algunos valles vascos y navarros, los regalos los traía en
carbonero Olentzero y también duendes de barba blanca, botas altas y
gorro de armiño. En ciertas zonas del centro de Galicia se oye la
leyenda del “Apalpador”, que llegaba el día de navidad para palpar las
barrigas de los niños, dejando castañas a los niños más delgados (para
que engordaran) y carbón a los mejor alimentados (para que calentaran la
casa). Con el tiempo y con la fama de los prodigios de san Nicolás,
éste fue remplazando a algunos de estos personajes paganos.
Se cree que fue alrededor del 1624, cuando los emigrantes holandeses
fundaron la ciudad que después sería Nueva York, que éstos llevaron sus
costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas, su patrono (cuya
festividad se celebra entre el 5 y 6 de diciembre). En 1809, el
escritor Washington Irving escribió una sátira, “Historia de Nueva York”
en la que deformó al santo holandés Sinterklaas, en la burda
pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde el poeta Clement
Clarke Moore, en 1823, publicó un poema donde dio cuerpo al actual mito
de Santa Claus, basándose en el personaje de Irving. En ese poema se
hace mención de una versión de santa Claus, enano y delgado, como un
duende, pero regalaba juguetes a los niños en víspera de navidad y que
se transporta en un trineo tirado por nueve renos, incluyendo a Rudolpf.
Posteriormente, hacia 1863, adquirió la imagen actual de gordo barbudo
bonachón, fue gracias al dibujante alemán Thomas Nast, quien diseñó este
personaje para sus tiras navideñas en Harper’s Weekly. Allí adquirió su
vestimenta y se cree que su creador se basó en las vestimentas de los
obispos de viejas épocas para crear este “San Nicolás”, que en ese
momento ya nada tenía que ver con San Nicolás de Mira. A mediados del
siglo XIX, el Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a
Francia, donde se le llamó Bonhomme Noël, pero vestía de blanco con
vivos dorados. Igualmente a fines del siglo XIX, a partir de un anuncio
estadounidense de la Lomen Company, se crearía la tradición de que Papá
Noel procedería del Polo Norte; y se popularizarían completamente los
renos navideños como medio de transporte de Santa Claus. Luego, a
comienzos del siglo XX, en 1902, con el libro infantil “The Life and
Adventures of Santa Claus” de L. Frank Baum, se origina la historia de
cómo Claus se ganó la inmortalidad y la santidad. Y también en el siglo
XX, en 1931, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundhlom que
remoldeara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y
creíble.
Santa Claus o Papá Noel |
El mito actual cuenta que Santa Claus vive en las proximidades del Polo
Norte junto a la Señora Claus y una gran cantidad de duendes navideños
que le ayudan en la fabricación de los juguetes y otros regalos que le
piden los niños a través de sus cartas. Para poder transportar los
regalos, santa Claus los guarda en un saco mágico y los reparte a las
00:00h. del día 25 de diciembre, en un trineo mágico volador, tirado por
renos navideños liderados por Rudolph; un reno que ilumina el camino
con su nariz roja y brillante, siendo el último en agregarse a la
historia. Papá Noel puede entrar en los hogares de los niños al
transformarse en una especie de humo mágico, y así entrar por la
chimenea u otro orificio de las casas. Para saber qué niños merecen
regalos, Papá Noel dispone de un telescopio capaz de ver a todos los
niños del mundo, además de la ayuda de otros seres mágicos que vigilan
el comportamiento de los niños. Así, si un niño se ha comportado mal, se
dice que quien lo vendrá a visitar será la carbonilla y no Papá Noel, y
como castigo carbonilla le regalará sólo carbón.
Los Reyes Magos
La tradición más difundida cuenta que vinieron de Oriente, en número de
tres, y que iban guiándose por una estrella (conocida como La “Estrella de Belén”)
que les condujo hasta Belén. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y
le adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como
presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza
divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un
compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y
muerte futura de Jesús). Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el
Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que,
de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se
encontraba dicho niño; y, así, poder ir él también a adorarle. (En
realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes).
La tradición sigue contando cómo un ángel se apareció a los tres reyes
magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el
deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser
que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron
tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres
los personajes que los traían.
La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes. Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa,
tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que
llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al
Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres
nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar...
Poco a poco la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad y representantes de los tres continentes (Asia, África y Europa).
En España es tradicional que los regalos de Navidad a los niños los traigan los Reyes Magos la noche del 5 al 6 de enero. Esa tarde las autoridades organizan la llamada Cabalgata de Reyes,
durante la cual los personajes suelen ir montados a caballo o en
carrozas, vestidos con mantos y coronas, en lugar de la vestimenta
frigia totalmente desconocida. Antes, los niños deben mandarles una
carta a los reyes pidiendo los regalos que quieren así como indicar los
méritos por los que se merecen recibir regalos. La noche del 5 de enero
los niños deben dejar sus zapatos en algún lugar de la casa. También se
dejan dulces para obsequiar a los Reyes Magos e incluso agua o comida
para los camellos, porque es su medio de transporte.
Al día siguiente se encuentran allí los regalos o, en el caso de haber
sido malos, carbón en su lugar. El día seis de enero suele ser festivo
en toda España. Ese día los niños disfrutan de sus regalos. Es típico
desayunar el Roscón de Reyes
que en muchos lugares también se toma la víspera para merendar o cenar.
Aquí, en España, estos roscones suelen contener una figurita navideña y
un haba.
Ernesto Cabeza Salamó
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