SAMHAIN, “Año Nuevo Celta”
“Mitad del Otoño”, “Día de
difuntos” 1ª Parte.
Samhain
tiene lugar en el Hemisferio Norte entre el 31 de Octubre y el 01 de Noviembre,
y en el Hemisferio Sur entre el 30 de Abril y el 01 de Mayo. Mabon, el
equinoccio ya ha transcurrido y, a partir de ál, las noches se hacen muy largas
y los días muy cortos. Nos deslizamos hacia el invierno, hacia la oscuridad,
hacia la inactividad, hacia el Yin…
Samhain es
la mitad del Otoño, debe celebrarse en tal ciclo de la Sagrada Rueda de la Vida.
La
imposición cultural-religiosa del Occidente septentrional no debe cumplirse en
el Hemisferio Sur, es ir contra natura. Lo natural, lo vital, lo mítico y
arquetípico deben ir de la mano, en armonía y no debe celebrarse la
“celebración introversiva del desapego” en mitad de primavera, cuando la
energía es intensamente extrovertida. En el hemisferio Sur bulle esplendorosamente
la celebración de Beltane, la segunda gran celebración del año, el inicio de la
Época Luminosa.
Cuando
andamos por la naturaleza percibimos el Otoño en todo su rigor, solo en las
partes más caldeadas algunos planifolios retienen sus hojas; por doquier
troncos desnudos alzan sus descarnados dedos tratando de tocar el cielo nuboso.
En el suelo una alfombra de tonos pardos amortigua nuestros pasos ocultando la
tierra; como una esponja si ha llovido, crujiendo si está seco, pareciendo que el suelo llora y se
lamenta a nuestro paso. En los amaneceres los cristalitos de escarcha visten el
paisaje convirtiéndose, al poco, en infinidad de minúsculas gotitas reflejando
la luz. Ahora redescubrimos las pequeñas nubes de vapor que exhalamos con el
aliento y empezamos a cubrirnos las manos con los guantes.
Entre los hayedos, abetales y pinares de
montaña el otoño cede lugar al invierno, más arriba, en las altas cumbres, las
primeras nieves hacen su aparición; más abajo se extiende el indómito otoño
deteniendo el pulso de vida. Las aves migratorias ya se han ido y las que
quedan buscan refugios más templados preparándose para afrontar el invierno.
Los días se hacen muy cortos y las noches parecen ya interminables.
Como dije
en la “Ontoenegética del Otoño”, estando en el Agua-aire del Oeste, se está
realizando un repliegue contractivo; el cuerpo se está adaptando para enfrentar
el rigor del invierno. La vitalidad ya está introvertida y aquell@s que se
hallen sometid@s a apegos verán como la tristeza y la depresión les punza. Es
el momento del desapego, del soltar, del dejarse ir como nos han enseñado los
árboles despojándose de las hojas. Ahora, como metáfora, el río de la vida
recorre los últimos metros de cauce entrando en la desembocadura. En nada se
fundirá con el mar desapareciendo en él, guardando sólo el recuerdo esencial de
aquello que es verdadero saber.
Expliqué
que los órganos asociados a esta etapa del ciclo anual son los pulmones
ejemplificando el Aire del río fluyente con su poder de expansión-contracción,
presencia y entrega, creando los límites del poder personal; y del intestino
grueso con el soltar los contenidos innecesarios.
Creciente oscuridad, noche, desembocadura de
la vida en la disolución en el Océano de la muerte. No es de extrañar que
tradicionalmente el día de los difuntos se sitúe en esta época. Es la época de
la reflexión, de la integración, de la
consolidación de la sabiduría, del
contacto con ese maestro sabio interior
que se queda con lo existencial soltando todo cuanto es accesorio y carga.
Dije que la emoción asociada es la
aflicción o pesar y el duelo, propias de las separaciones, pérdidas y cambios;
que nos permiten soltar y, al tiempo, aceptar los desprendimientos.
Anoté que el sabor asociado al Agua-aire
del Oeste es el “picante” por producir una sensación inmediata de ardor y sed;
calentando el cuerpo, estimulando el movimiento y la secreción de fluidos. Es
un sabor desincrustante, que abre y limpia los tejidos; pero atentos que por su
exceso se convierte en dolor. Finalmente anoté que el Otoño pide alimentos
contractivos como bulbos y tubérculos (con sus energías concentradas en raíces,
tallos subterráneos y tubérculos) y frutos secos con la energía concentrada
bajo duras cáscaras.
La falta de fibra y el exceso de
productos animales dificultan las labores de eliminación intestinal y nos
pueden producir demasiado apego a las cosas o a las situaciones. El exceso de
alimentos expansivos como dulces o demasiados alimentos crudos (propios del
verano) debilitan este aspecto Agua/Aire del Oeste y pueden llevarnos al
abatimiento.
En esta etapa anual también se
recomienda caminar a la luz de la
Luna con sus efectos calmantes.
Samhain es una importante celebración que
coincide con la festividad del “Día de los difuntos” en el mundo cristiano. Es
una inmejorable ocasión para darnos cuenta y deshacer los negativos mensajes
culturales que se han asociado a la ancestral y natural sacralidad. No sugiero
volver a los ritos ancestrales celtas; sino captar su importante significado y
adecuarlo a nuestro mundo existencial actual conociendo su pasado que, en este
caso, ha estado unido a acontecimientos siniestros que con seguridad ya jamás
regresarán.
Samhain era la festividad más importante
de origen celta en Europa hasta su conversión al cristianismo. En la noche del
31 de Octubre al 1 de Noviembre se celebraba el final de la temporada de las
cosechas; con ella concluía el año y se consideraba el inicio del Año Nuevo
celta, dando origen a la
Estación Oscura.
Era una festividad en la que su sentido
puede expresarse como una comunión con los espíritus de los difuntos que, en
esta fecha, tenían ocasión de acudir entre los vivos; concediéndose a las
gentes la oportunidad de reunirse con sus antepasados. Como creían que todos
los espíritus desencarnados acudían a nuestro mundo, se idearon modos de acoger
a los benignos y mantener alejados de los hogares a los dañinos; una de esas
tradiciones era la de dejar comida fuera de la casa, una tradición que
evolucionó con los siglos convirtiéndose en lo que ahora hacen los niños yendo de
casa e casa pidiendo dulces.
Nuestros antepasados celtas creían que en
ese momento, el velo entre el mundo físico (Tonal) y el sobrenatural (Nagual)
era muy permeable; con lo cual los espíritus amorosos de los antepasados acudían
a sus descendientes tratando de comunicarse, transmitiéndoles mensajes,
consejos y guías para sus vidas, que era facilitado por la intensa religiosidad
de esas gentes y las numerosas técnicas de adivinación practicadas entonces.
En relación con el origen del término de
la festividad celta, no hay un pleno acuerdo entre sus expertos. Algunos
defienden que tiene que ver con “Samana” el dios ario de la muerte; otros dicen que es una
antigua palabra del irlandés medieval que significa “el final del verano” y se pronuncia “Sah-wen”. Otra propuesta que me parece probable es que proceda
del término celta “Samonis” que significa “reunión” con la cual se celebraba el Año Nuevo celta. Con la
aparición del cristianismo, el término “Samonis” se convirtió
en “All Hallow’s Eve” de donde procede el término “Halloween”, nombre con el que se ha popularizado mundialmente
al tiempo que ha perdido su sentido profundo.
Ese día se celebraba míticamente el
encuentro amoroso, a orillas de un río, de la diosa Morirîganî con Teutatis, el dios-padre amoroso
y señor del mundo. Ella era la señora del mundo inferior (oculto) y por ello de
la guerra, “la reina de los espectros y difuntos”. En aquellos tiempos las
actividades guerreras señoreaban por el mundo y eran la principal causa de
muerte no natural. En Irlanda antigua esta diosa se llamaba Moringan, y el dios
Dagda; en las Galias se llamaba Herecura y él Sucellos; y en Hispania Ataicina
y Endovellicos. Este encuentro amoroso producía una consecuencia crucial, pues
la diosa proporcionaba a su amado los secretos para salir victorioso en la
próxima batalla mítica; y mientras acontecía su amoroso encuentro el mundo se
sumía en la oscuridad y el frío, pues ambos dioses olvidaban su cometido.
Relato
mítico de Dagda y Moringan
“El dios Dagda tenía una casa en el
norte, iba a ella preparándose para la batalla con los Fomorios. Cuando se oían
el rumor de las aguas del río Unius, en Connaugth, e iba por su ribera contempló
a una hermosa y extraña mujer que se bañaba en sus aguas con uno de sus pies en
Echumech, al sur de la corriente y el otro en Loscuinn, al norte de las aguas.
Nueve hermosas trenzas flojas pendían de su cabeza. Atraído por su encanto y
misterio se dirigió a ella y conversó. Era la diosa Moringan, la diosa de la
guerra, de la adivinación y la profecía.
Tras la conversación ambos hicieron el amor junto al río. Y ese lugar pasó a
llamarse “El lecho de la pareja” desde entonces. Luego ella le contó a Dagda que los Fomorios desembarcarían
en Mag Scetne, que debía convocar a aes dana (gente de dones especiales), los
artífices de los hombres de Erín (antiguo nombre de Irlanda), para que se
reunieran con ella en el vado del Unius y que ella iría a Scetne para destruir
a Indech, hijo de Dea Domnann, el rey de los Fomorios y que le quitaría la
sangre del corazón y el valor de los riñones. Más tarde les dio dos puñados de
esa sangre a las huestes que estaban aguardando en el vado de Unius. “El vado
de la destrucción” pasó a ser su nombre, a causa de la destrucción del rey.
Entonces eso fue efectuado por los aes dana que cantaron conjuros sobre las
huestes de los fomorios”.Se venció a los Fomorios y su protección eterna.
Moríngan era una de las esposas del Dagda.
Durante la fiesta de Samhain, 1º de noviembre, se acostaba con Dagda para
renovar la futura prosperidad de Irlanda. En este sentido, fue vista como la
soberana de Irlanda.
Moringan |
De este mito se extrae una de las
versiones célticas del principio de la dualidad esencial del universo, al
contemplarse a Moringan como la esencia cósmica de lo frío, oscuro, inmóvil,
del misterio y de lo oculto; y a Dagda como la manifestación activo, luminoso
que manifiesta y cuida la vitalidad, de la vida.
Dagda era el dios de la luz y el sol, por eso se
creía que en ese periodo moría, para completar un ciclo y volvía al vientre de
su madre, para renacer en el solsticio de invierno. El 21 o 22 de diciembre en
la festividad llamada Yule, para empezar un nuevo ciclo de vida y luz. Por eso
el 31 de octubre se cría que los espíritus de los fallecidos podían acudir al
mundo de los vivos para visitarlos.
Debemos entender que los celtas se regían por el año lunar. Considerado
las 13 lunas, cada una designada por el nombre del árbol o planta que florecía
o fructificaba en esa luna. El conjunto de 13 lunas da lugar a 364 días
(13×28=364). Quedaba, pues, un día libre entre el fin de un año y el inicio del
siguiente. Ese día era particularmente sagrado, un puente entre un mundo y el
otro, Era un día fuera del tiempo y, por ello, el más mágico del año, sobre todo
tras el crepúsculo al empezar la noche cuando las barreras entre los mundos se
desvanecían y confundían posibilitando a los espíritus ancestrales acudir junto
a sus descendientes.
. Era una fecha tan importante, la más importante del año, que se celebraba
con sacrificios que, en ocasiones, también eran humanos. Lo sabemos por los
relatos de los conquistadores romanos que deliberadamente condenaban esta
práctica mal interpretándola con intención de considerarlos como bárbaros,
ignorando que para los celtas, así como en otros pueblos antiguos, se
consideraba todo un honor ofrendar la vida a los dioses. Los sacrificios
humanos se realizaban en lo que es las Islas Británicas y en las Galias. Las
víctimas solían ser los criminales condenados y, en su defecto, los prisioneros
de guerra; pero había también gente voluntaria para el radical ritual. Algunos,
al encontrarse en peligro de muerte o incapaces de sobrevivir por lesiones de
combate, de accidente o por enfermedad, hacían el voto de dejarse inmolar en un
determinado tiempo si no se encontraba a alguien que pudiera ser sacrificado en
su lugar. Consideraban que una desgracia, una enfermedad o una discapacidad
grave, era porque los dioses estaban molestos y la única manera de poder calmar
su enojo y salvar la vida, era ofrecer otra vida en su lugar. Creían en la
transmigración personal, el pasar un alma de un cuerpo a otro. En su íntima
conexión con la Naturaleza
y el significado de lo humano, para los celtas, un sacrificio era un honor, era
la comunión humana con la divinidad; al ser sacrificado se integraba de un modo
veloz y certero con la esencia divina y de este modo, desde el más allá, podía
cumplir la misión de ayudar a su pueblo. Ocasionalmente, si no había
criminales, ni prisioneros de guerra, ni voluntarios, se procedía a efectuar un
sorteo entre el propio pueblo. Estos dramáticos ritos, al parecer, acontecían
cada cinco años. Las victimas eran estranguladas, apaleadas, empaladas,
asaeteadas o perecían bajo el puñal del sacrificador. En los periodos críticos,
en tiempos de hambrunas, epidemias o vísperas de guerras, los sacrificios
adquirían un contexto de común rogativa, un ofrecimiento de la comunidad entera
para aplacar a los dioses y obtener su favor. Entonces se construían grandes
jaulas de madera, mimbre y cuerdas trenzadas con formas de animales y humanas
donde se encerraban a las víctimas y eran quemadas vivas. Era la suma
sacerdotisa celta quien ejercía de ejecutora suprema en ciertos sacrificios. Se
cercenaba la cabeza de los prisioneros de guerra y su sangre se vertía en un
caldero. El contenedor de la sangre del sacrificio se llamaba Caldero de la Regeneración, pues se
creía que la sangre derramada en él poseía poderes regeneradores. Los vapores
que emanaban del brebaje del sacrificio, al hervir, eran embriagadores, y al
inhalarlos los druidas y sacerdotisas entraban en tipo de trance embriagador.
Era impregnarse de la sustancia divina de la diosa.
Para entender el significado de las creencias celtas, del druidismo, hay
que darse cuenta de que la muerte era el tema crucial, no porque se sintieran
obsesionados por ella hasta el punto de sacrificar a sus semejantes para
ahuyentarla, sino porque el estado de muerte (vida espiritual) era el ámbito
natural del espíritu; siendo la vida encarnada un tránsito o accidente de la
primera.
En el mundo más allá de lo terrenal se
encuentran las fuerzas divinas personificadas como dioses y abarcando dos
ámbitos: el de la morada celestial en las alturas, en lo alto del mítico árbol Idrasil (Árbol del Universo), la morada de los dioses (entes elevados) y
el mundo de abajo, donde alcanzan sus raíces, lugar al que acuden los que han
muerto mientras no son dignos de acceder en la propia morada o panteón celeste, siendo
ayudados por la divinidad del inframundo entre vida y vida.
Por eso cuando ese día, al concluir el año, Dagda moría para volver al
vientre de su madre y renacer en Yule, ese justo día, era posible para los
espíritus de los muertos, emprender el camino hacia el mundo de los vivos (como
en la creencia de la Santa
Compaña, en la
Galicia actual, en la que perdura aún y de origen celta) a
visitar a sus seres queridos; y también, por esta misma razón, los espíritus
malignos podían regresar al mundo de los vivos con lo que para ahuyentarlos de
entrar en los hogares, se dejaba comida fuera de ellas. Para los celtas, el
lugar de los espíritus era un lugar de felicidad perfecta en la que no había ni
hambre, ni dolor, ni enfermedad. Celebraban esta festividad con ritos en los
cuales los druidas (tanto masculinos como femeninos) ofreciéndose como médiums,
se comunicaban con los antepasados (directos o como maestros) esperando ser
guiados en esta vida hacia lo inmortal.
Los druidas, como chamanes que eran, aprovechaban esta oportunidad de
facilidad de contacto entre los dos mundos para adentrarse en el oculto y
obtener fortaleza y conocimiento.
Durante la ceremonia
correspondiente al día 31 de octubre, los celtas se disfrazaban con las pieles
de los animales sacrificados para ahuyentar a los espíritus negativos y
maléficos que podían visitarles y así poder regresar a la normalidad al día
siguiente.
Con la cristianización, a
quienes se adherían a los ritos paganos se les combatía; los perseguidores
argumentaban que éstos brujos y brujas se reunían para ofrecer sacrificios a
Satanás, señor del infierno, mediante ritos, actos sexuales y sacrificios en
aquelarres. Esta creencia interesada acabó incorporándose a la celebración
durante la Edad Media
(Noche de brujas).
La persecución de los
reductos de cultos paganos furtivos, la obsesión contra las herejías y el
dogmatismo despótico de la clase clerical dieron a la Santa Inquisición carta blanca
para la tortura y de ejecuciones sumarias, muchas de ellas en la hoguera; con
mucha mayor crueldad que los condenados sacrificios humanos de los antiguos
celtas. Tanto en Europa como en América much@s “Bruj@s” ardieron en hogueras
acusados por el miedo, las envidias y el fanatismo. El término “Bruja” se
convirtió en la actitud perversa y seductora del maléfico poder infernal a
través de la mujer y en la cruzada contra el principio natural femenino que la
vincula con la Naturaleza
y su poder de dar vida, mantenerla y defenderla.
Samhain era la festividad
del fin de las cosechas iniciadas en Lughnasadh y continuadas en Mabon, por lo
que se celebraban grandes banquetes. En este momento se preparaban para la
nieve y el frío. Se daba gracias por las cosechas obtenidas y se rogaba a los
dioses para que el verano llegara pronto y para que las cosechas del año próximo
fueran buenas; en estos ritos y celebraciones, los druidas participaban
activamente mientras los bardos y vates les apoyaban como séquito.
Antiguamente, entre los
celtas, Samhain era el fin de la estación luminosa y el principio de la
estación oscura. Se celebraba tres días antes y tres días después de lo que
correspondería al actual 31 de octubre (el día entre un tiempo y el otro). En
esos días se preparaba la gente y su mundo para la venida de los espíritus de
los ancestros y para la muerte del dios, se consagraban los alimentos para el
invierno y se agradecía las bondades de los dioses con la cosecha que había
llegado a su fin rogándose para que la siguiente fuese provechosa.
Dagda, Lugh, Bel, incluso
Mabon eran nombres que encarnaban aspectos del culto solar, por lo que en este
periodo moría completando su ciclo y volvía al vientre de su madre (el misterio
inescrutable dador de vida que se personificaba en la propia Tierra como Madre
de todas las criaturas vivas); renaciendo en el próximo solsticio de invierno,
el 21 o 22 de diciembre con la celebración de Yule, dándose origen a un nuevo
ciclo de vida y luz. Hay que entender que en los celtas y en la mayoría de las
tradiciones llamadas paganas, el tiempo no es lineal (de la creación al juicio
final), sino cíclico. No hay un origen preciso y no hay un fin, con lo cual
cada ciclo es una vida, dure un año o 70 años como ejemplo. Un ciclo es una
rotación de la Sagrada Rueda
de la Vida, que
representa el ritmo anual y también la existencia de cada ser individual; por
ello se consideraba la reencarnación y la transmigración de las almas.
Cuando el emperador romano
Constantino decretó que todos los habitantes del imperio se convirtieran al
cristianismo, muchos ritos paganos se introdujeron en la nueva religión oficial
del imperio. El papa Bonifacio IV transformó uno de los templos romanos donde
se rendía culto al panteón de los dioses, en un templo dedicado a todos los
santos, es decir a todos los hombres que supuestamente habían sido tocados por
los dones milagrosos y santos de su dios, y se dedicó una festividad que se la
llamó “el día de Todos los Santos”, en la cual se honraba a
todos los difuntos; inicialmente se celebraba el 13 de mayo y posteriormente se
desplazó al 1 de noviembre para que se ajustase con el año nuevo celta y su
celebración de los muertos. Era el día en que se rendía homenaje a todos los
santos que no tuvieran, por las razones que fueran, un día de celebración
fijado durante el transcurso del año. En Britania e Irlanda se llamó a ese día “All holowmas”, (reunión de todas las personas santas). La noche anterior se conoció
como “All Hallow’s Eve” (vigilia de todos los
santos), que posteriormente se transformó en “All Hallow
Een”
y con el tiempo se convirtió en “Halloween”.
Esta conversión de la fiesta celta de
Samhain a cristiana “All Hollow’s Eve” no fue una pura
concesión de amistad a los celtas, que aún se les consideraba como bárbaros.
Fue en el año 43d.C, cuando el imperio romano incorporó a Samhain dos
celebraciones romanas: “Feralia” que rendía asimismo culto
a los muertos y “Pomoma”, el festival de la
cosecha cuyo nombre alude al manzano como árbol y a sus frutos. Y después, con
la cristianización, todo ello se sincretizó.
El día antes del 31 de
Noviembre se había acabado la temporada de las cosechas iniciada en Lughnasadh;
seguidamente daba comienzo lo realmente oscuro y frío del invierno; momento del
año en que todo parece muerto, asociándose con la muerte del dios-sol y con la
etapa humana en la que la vida se extingue. Ese día que ya no pertenecía al año
ya muerto ni tampoco al nuevo. Era un día especial en el que el mundo de los
muertos (la otra realidad) y el de los vivos se confundían desapareciendo sus
límites. La jornada, al igual que el año, para los celtas se iniciaba con la
oscuridad, la noche; el invierno; y concluía con el crepúsculo, el otoño.
Significado psicológico de la Oscuridad y la sombra.
Con
Samhain los días se hacen muy cortos y las noches muy largas, pero aún seguirán
acortándose hasta el solsticio en diciembre. Con la oscuridad se despiertan las
reminiscencias atávicas e infantiles de miedos muy primales en el ser humano.
Cuando el campo visual queda reducido prácticamente a nada, te sientes
vulnerable e indefenso; es cuando surge la necesidad de cobijarte en un lugar
(el hogar) al amparo de una lumbre para crear espacio y tiempo iluminado;
envuelto por una inhóspita y oscura noche que lo cubre todo con su misterio. El
mundo misterioso, oscuro. Ignoto, nos obliga a sentirnos “necesitados”,
conectamos con sentimientos de “pérdida” y se produce dolor y sufrimiento.
. La incertidumbre e inseguridad
que se genera nos facilita contactar con nuestra “Sombra”, esa parte
subconsciente de nuestro psiquismo que alberga todo aquello que consideramos
inaceptable en nuestra vida común; no por tratarse de aspectos malos, maléficos
o perversos, sino porque son objeto de temor y provienen del temor y miedo. Los
contenidos de nuestra parte oscura, sombría, nos asustan y, como los niños, los
proyectamos a esas formas impalpables, a esas figuras irreconocibles que,
siendo sombras, podemos percibir pero no podemos retener ni tocar,
escurriéndose mágicamente de entre los dedos. Lejos ahora de la placentera y
apacible sensación y sentimiento de que la entrega y descanso es posible en los
brazos de la mamá en la oscuridad y que todo está bien. El miedo a la oscuridad
deviene de la gran distancia que se ha creado entre el considerar el universo
como un misterio ignoto que nos da la vida y del que formamos parte; y la
necesidad de no renunciar al control, evitando la entrega y su
incondicionalidad. El segregarnos de ser parte del misterio nos permite verlo
como un No-Yo; y por tanto temerlo y combatirlo con cualquier recurso a mano.
El origen de esto procede de la caída del mundo matrifocal y de la instauración
del patriarcal, que precisa control y posesión de todo cuanto es conocido;
rechazando e ignorando a cuanto no se puede acceder.
Samhain es una fiesta,
celebración para desafiar al control, para salirse de sus mecanismos activos de
tipo patriarcal y autoritario como es el tener, poseer, dominar, controlar y
comprar. El tiempo, cuando la noción de espacio desaparece o se hace impreciso,
se altera y hasta desaparece. Sin una sensación clara del espacio-tiempo, nos
abrimos a la experiencia del misterio, de aquello que esencialmente es, pero
que no se palpa, ni mide, ni se puede tomar; que se escapa a los intentos de
objetivarlo, de definirlo, de dominarlo, de poseerlo. Es decir lo inmaterial;
el ámbito del espíritu y su mundo contextual. Es adentrarse en el poderoso Yin,
el poder eterno-femenino cósmico y arquetípico. Y entonces, liberados de
nuestra mazmorra psíquica, emergen, a mano de inseguridades y del miedo,
nuestros monstruos, demonios y fantasmas. Samhain, en este sentido, nos permite
tomar contacto con nuestra parte oscura, temida y tener la oportunidad, no de
iluminarla para reprimirla otra vez, sino de contemplarla en el contexto del
no-control; del no-dominio, de la no-posesión; como si este contexto fuera un
útero materno o el abrazo de mamá acurrucándonos en su bondadoso pecho.
Contemplándolo así, esa sombra se empequeñecerá y perderá su significado toda
vez que la entrega a la ternura y al amor nos inundará. Démonos cuenta de que
los temidos fantasmas, los monstruos, son creaciones de nuestro miedo, de la
oscuridad de nuestro afanoso ego controlador y no de la entrega al amor.
Los aconteceres no son
buenos ni malos, son fenómenos energéticos en relación con nosotros, se hacen
felices o favorables si fluyen con placer y se convierten en lo contrario si se
asocian con dificultades y con dolor. Incluso acontecimientos que, en su
realización, fueron gozosos devienen en monstruosos cuando su recuerdo se
asocia con fuerte dolor; como cuando en un cumpleaños, esa persona amada ya no
está entre nosotros.
Los actos, las acciones, son
nuestras aportaciones al mundo, nuestras creaciones, nuestra cosecha, y Samhain
es el momento propicio para tomar contacto con ellas y considerarlas; de
convertirlas en sabiduría y no quedar adheridos a sus resultados. Dejarlas ir,
desapegarse. Un apego siempre nos muestra una proyección que no podemos dejar
de contemplar; démonos cuenta o no de ello.
Y Samhain también es tiempo
de recordar y tener contacto con las personalidades de los que han sido
nuestros ancestros, agradeciendo su necesaria existencia y abriéndonos a que
amorosamente nos susurren sus consejos y su saber desde su dimensión, como
descendientes suyos que somos y objetos de su amor. Consideremos que nosotros
también somos antepasados de nuestros futuros descendientes.
Si Mabon es el morir, el
partir del Tonal, Samhain es el mundo del Nagual, la otra realidad y, en esta
señalada fecha, estamos próximos a estos extraños seres que comprenden y son
sabedores de la misma tanto como de la vida y del amor. Esas personas capaces
de desenvolverse en ambos mundos o realidades, a estos enlazadores de mundos a
los que llamamos bruj@s y/o chamanes (como los antiguos druidas) y que tanto
respeto y temor nos inspiran. Seres que aman ambas realidades sabiendo que su
polaridad solo es una apariencia.
En resumen, en Samhain
honramos a todas nuestras representaciones de miedo, a todas nuestras
creaciones, a los seres misteriosos y a nuestros antepasados, tengamos o no
conocimiento de ellos; por eso un símbolo de esta celebración es prender luces
pequeñas y poner lámparas hechas a partir de frutos de la temporada para
alumbrar el paso nuestro y de ellos entre ambos mundos.
Mito y leyenda de la calabaza de Halloween.
Haloween
se le conoce habitualmente como “Noche de brujas”
En Samhain era costumbre vaciar nabos para
ponerles dentro velas. Varios siglos después, esta tradición tiene continuidad
en el actual Halloween, tan promovida por la filmografía de Estados Unidos.
Con la
inmigración europea a los Estados Unidos, principalmente de los irlandeses
católicos en 1846, llegó la tradición de Halloween al continente americano.
Cuando se habla de esta fecha, se piensa en disfraces, maquillaje, fiesta,
dulces y niños.
La costumbre de ahuecar y tallar una
calabaza para convertirla en un farol llamado Jack –o- Lantern
tiene su origen en el folclore irlandés del siglo XVIII.
Las Jacks -o- Lanters forman parte del
Haloween desde varios siglos atrás. Aunque la práctica de hacerlas tiene su
origen en una antigua leyenda irlandesa sobre un hombre apodado Stingy Jack
(Jack el tacaño).
“Permitidme que os cuente la historia de
Jack the Lantern, un ser maldito que camina entre el cielo y el infierno en
busca de un lugar donde dar descanso a su atormentada alma.
Cuenta la leyenda que existía un hombre
llamado Jack el Tacaño, un granjero tan perezoso como astuto y que no hacía
ascos a unas buenas pintas de cerveza.
Una noche (la de Haloween) en la taberna donde Jack solía ir a beber y a jugar a las cartas hasta altas horas de la noche, éste se encontraba totalmente ebrio y, con la valentía que da el alcohol, gritaba desafiante a todo aquel que quisiera escucharlo:
- No hay nadie más listo que yo, ni capaz de superarme en inteligencia y astucia.
Ninguno de los presentes hacía caso de las fanfarronadas de Jack. Molesto y furioso, Jack no iba a permitir que le ignorasen, así que volvió a gritar lleno de soberbia:
- Reto al mismo Diablo a que me demuestre si es más inteligente que yo.
La actividad de toda la taberna se paralizó, no se oían risas, ni bromas; en realidad no se oía nada, los aldeanos apenas se permitían respirar. Jack había retado abiertamente al Diablo. Todos los presentes miraban a Jack con terror, poco a poco, el bullicio empezó a crecer aunque el ambiente era lúgubre, sin alegría. Sólo había susurros ahogados y miradas furtivas.
Jack se enfureció aún más, de un salto se puso de pie tirando la silla que había estado usando y, con un puñetazo furioso, apartó la mesa de su camino desparramando todo por el suelo, y, mirando con desprecio a sus vecinos, salió del local.
Frente a la taberna, Jack vio a un siniestro caballero vestido completamente de negro y con un sombrero de ala ancha que cubría su rostro, pero los ojos del desconocido relucían con un brillo maligno en la oscuridad y le miraban fijamente.
El miedo se apoderó de Jack, aquel tipo era aterrador, pero él no se dejaba amilanar fácilmente y, con ademán bravucón, se dirigió al extraño y se encaró con él.
- ¿Qué es lo que quieres? - le preguntó con altivez.
El desconocido no le contestó, pero el brillo de sus ojos era más intenso y frío.
Jack se encogió de hombros, y con un gesto despectivo, se dio media vuelta y se dirigió a su casa. Al principio, Jack iba tan confiado y ufano como siempre pero la sensación de estar siendo seguido por alguien se iba acentuando con cada paso que daba. Empezó a mirar inquieto hacia atrás, pero no conseguía ver nada aunque la sensación era ya abrumadora, de vez en cuando creía ver la sombra del enmascarado acercándose cada vez más.
Jack aceleró el paso, tenía la impresión de oír los pasos de su perseguidor cada vez más cercanos, y el terror se iba apoderando de él, nunca el camino hasta su hogar le había parecido tan largo. Corrió. Cuando por fin llegó a casa Jack estaba completamente aterrorizado, rápidamente echó el cerrojo de la puerta y corrió a comprobar, una a una, todas las ventanas.
Cada vez que se asomaba a una ventana podía ver al desconocido parado frente a la casa, esperando. Allí estaba inmutable, con su porte siniestro, contemplándolo. Esperándole.
Después Jack esperó a ver que pasaba. La tensión y el miedo iban creciendo en él, pero no pasó nada. Cada pocos minutos se asomaba por la ventana, y cada vez el desconocido seguía allí, parado, esperando. Jack estaba desesperado, y, recogiendo el valor que le quedaba, se decidió. Se atrevió a salir de casa para volverse a enfrentar al desconocido.
- ¿Quién eres y qué quieres de mi? - le espetó Jack asustado.
El extraño le miraba fijamente, con aquellos ojos espeluznantes, y Jack creyó ver como la boca de aquel individuo se había torcido en una cruel sonrisa.
- Soy el Diablo, y estoy aquí puesto que me has retado, a mis oídos han llegado que te consideras más listo que yo. - Su voz sonaba siniestra y profunda.
Aunque muerto de miedo, Jack sonrió al extraño y lo cogió del brazo invitándole a volver juntos a la taberna a tomar sus últimas copas. El Diablo aceptó. Durante horas ambos estuvieron hablando, bebiendo y jugando animadamente, en una extraña competición de ingenios, la velada transcurría como una fiesta entre dos amigos. Durante todo este tiempo Jack no paraba de pensar en como salir de ésta aunque no encontraba la forma.
Inexorablemente, ya muy cerca de la madrugada, el Diablo le dijo a Jack que iba a llevárselo al Infierno donde purgaría sus pecados y pagaría por su soberbia. Jack sabía que había llegado su hora, aún así no se amilanó e invitó al Diablo a una última ronda. El Diablo, que lo había estado pasando tan bien hasta el momento, no vio motivos para negarse.
Al llegar el momento de pagar, Jack afirmó haberse quedado sin dinero, lo que provocó numerosas bromas y burlas entre ellos, momento que aprovechó Jack para volver a retar al Diablo:
- ¡Vamos compañero! demuéstrame tus poderes, a ver de qué eres capaz. ¿Por qué no te conviertes en algo pequeño, en una moneda, por ejemplo?
El Diablo, bastante ebrio y picado en su orgullo, usó toda su parafernalia y se transformó en una moneda. Momento en el que, astutamente, Jack aprovechó para coger la moneda y guardársela rápidamente en el bolsillo, donde previamente había guardado un crucifijo de plata.
El Diablo, atrapado junto a la cruz, no podía hacer nada para liberarse, por lo que, no le quedó más remedio que hacer un trato con Jack. Jack le liberaba y, a cambio, el Diablo no podía presentarse ante él en un plazo de diez años cumplidos.
Así que, diez años después, el Diablo se presentó puntual a su cita. Este año no habría borracheras, ni bromas, ni risas, en esta ocasión no iba a permitir que Jack le volviera a burlar.
En esta ocasión, Jack pidió un deseo antes de morir. Como bien es sabido, los últimos deseos de los que iban a morir debían de ser concedidos, por lo que el Diablo volvió a concedérselo, aunque en esta ocasión puso algunas condiciones. No iba a permitir que, utilizando algún truco, Jack volviera a conseguir retrasar su entrada en el Infierno una vez más.
El destino quiso que Jack perdiera la vida unos años más tarde. Tal como era, soberbio, altivo, vicioso y tramposo era completamente imposible que cruzara las puertas del Cielo y, por lo tanto, no pudo entrar en el paraíso. Así que debía intentar entrar en el Infierno.
Pero había un problema, el pacto seguía vigente y, por consiguiente, era imposible que Jack se encontrara con el Diablo. Por lo que tampoco podía entrar en el Infierno. Jack se quedaba en tierra de nadie, entre el Cielo y el Infierno, sólo y a oscuras. Jack suplicó ayuda.
El Diablo burlón, lo reconoció; había estado esperando todo este tiempo su venganza, y esta era su oportunidad. Le negó la entrada al Infierno por no faltar a la promesa de tomar su alma. “... ¿A dónde iré ahora?”, preguntó Jack y el diablo le contestó: “Vuelve por donde has venido”.
Una noche (la de Haloween) en la taberna donde Jack solía ir a beber y a jugar a las cartas hasta altas horas de la noche, éste se encontraba totalmente ebrio y, con la valentía que da el alcohol, gritaba desafiante a todo aquel que quisiera escucharlo:
- No hay nadie más listo que yo, ni capaz de superarme en inteligencia y astucia.
Ninguno de los presentes hacía caso de las fanfarronadas de Jack. Molesto y furioso, Jack no iba a permitir que le ignorasen, así que volvió a gritar lleno de soberbia:
- Reto al mismo Diablo a que me demuestre si es más inteligente que yo.
La actividad de toda la taberna se paralizó, no se oían risas, ni bromas; en realidad no se oía nada, los aldeanos apenas se permitían respirar. Jack había retado abiertamente al Diablo. Todos los presentes miraban a Jack con terror, poco a poco, el bullicio empezó a crecer aunque el ambiente era lúgubre, sin alegría. Sólo había susurros ahogados y miradas furtivas.
Jack se enfureció aún más, de un salto se puso de pie tirando la silla que había estado usando y, con un puñetazo furioso, apartó la mesa de su camino desparramando todo por el suelo, y, mirando con desprecio a sus vecinos, salió del local.
Frente a la taberna, Jack vio a un siniestro caballero vestido completamente de negro y con un sombrero de ala ancha que cubría su rostro, pero los ojos del desconocido relucían con un brillo maligno en la oscuridad y le miraban fijamente.
El miedo se apoderó de Jack, aquel tipo era aterrador, pero él no se dejaba amilanar fácilmente y, con ademán bravucón, se dirigió al extraño y se encaró con él.
- ¿Qué es lo que quieres? - le preguntó con altivez.
El desconocido no le contestó, pero el brillo de sus ojos era más intenso y frío.
Jack se encogió de hombros, y con un gesto despectivo, se dio media vuelta y se dirigió a su casa. Al principio, Jack iba tan confiado y ufano como siempre pero la sensación de estar siendo seguido por alguien se iba acentuando con cada paso que daba. Empezó a mirar inquieto hacia atrás, pero no conseguía ver nada aunque la sensación era ya abrumadora, de vez en cuando creía ver la sombra del enmascarado acercándose cada vez más.
Jack aceleró el paso, tenía la impresión de oír los pasos de su perseguidor cada vez más cercanos, y el terror se iba apoderando de él, nunca el camino hasta su hogar le había parecido tan largo. Corrió. Cuando por fin llegó a casa Jack estaba completamente aterrorizado, rápidamente echó el cerrojo de la puerta y corrió a comprobar, una a una, todas las ventanas.
Cada vez que se asomaba a una ventana podía ver al desconocido parado frente a la casa, esperando. Allí estaba inmutable, con su porte siniestro, contemplándolo. Esperándole.
Después Jack esperó a ver que pasaba. La tensión y el miedo iban creciendo en él, pero no pasó nada. Cada pocos minutos se asomaba por la ventana, y cada vez el desconocido seguía allí, parado, esperando. Jack estaba desesperado, y, recogiendo el valor que le quedaba, se decidió. Se atrevió a salir de casa para volverse a enfrentar al desconocido.
- ¿Quién eres y qué quieres de mi? - le espetó Jack asustado.
El extraño le miraba fijamente, con aquellos ojos espeluznantes, y Jack creyó ver como la boca de aquel individuo se había torcido en una cruel sonrisa.
- Soy el Diablo, y estoy aquí puesto que me has retado, a mis oídos han llegado que te consideras más listo que yo. - Su voz sonaba siniestra y profunda.
Aunque muerto de miedo, Jack sonrió al extraño y lo cogió del brazo invitándole a volver juntos a la taberna a tomar sus últimas copas. El Diablo aceptó. Durante horas ambos estuvieron hablando, bebiendo y jugando animadamente, en una extraña competición de ingenios, la velada transcurría como una fiesta entre dos amigos. Durante todo este tiempo Jack no paraba de pensar en como salir de ésta aunque no encontraba la forma.
Inexorablemente, ya muy cerca de la madrugada, el Diablo le dijo a Jack que iba a llevárselo al Infierno donde purgaría sus pecados y pagaría por su soberbia. Jack sabía que había llegado su hora, aún así no se amilanó e invitó al Diablo a una última ronda. El Diablo, que lo había estado pasando tan bien hasta el momento, no vio motivos para negarse.
Al llegar el momento de pagar, Jack afirmó haberse quedado sin dinero, lo que provocó numerosas bromas y burlas entre ellos, momento que aprovechó Jack para volver a retar al Diablo:
- ¡Vamos compañero! demuéstrame tus poderes, a ver de qué eres capaz. ¿Por qué no te conviertes en algo pequeño, en una moneda, por ejemplo?
El Diablo, bastante ebrio y picado en su orgullo, usó toda su parafernalia y se transformó en una moneda. Momento en el que, astutamente, Jack aprovechó para coger la moneda y guardársela rápidamente en el bolsillo, donde previamente había guardado un crucifijo de plata.
El Diablo, atrapado junto a la cruz, no podía hacer nada para liberarse, por lo que, no le quedó más remedio que hacer un trato con Jack. Jack le liberaba y, a cambio, el Diablo no podía presentarse ante él en un plazo de diez años cumplidos.
Así que, diez años después, el Diablo se presentó puntual a su cita. Este año no habría borracheras, ni bromas, ni risas, en esta ocasión no iba a permitir que Jack le volviera a burlar.
En esta ocasión, Jack pidió un deseo antes de morir. Como bien es sabido, los últimos deseos de los que iban a morir debían de ser concedidos, por lo que el Diablo volvió a concedérselo, aunque en esta ocasión puso algunas condiciones. No iba a permitir que, utilizando algún truco, Jack volviera a conseguir retrasar su entrada en el Infierno una vez más.
- Quiero una última cena. No quiero nada
exótico, llevo todo el año cuidando de ese manzano, y una de estas manzanas,
esa que se ve en la copa del árbol, acaba de madurar y pensaba comérmela
mañana. Desearía disfrutar de ella antes de mi muerte. Mi deseo es que me la
bajes para que pueda comérmela como gran favor y luego ya puedes llevarme
contigo.
Al Diablo le pareció un deseo razonable. Sólo una manzana. Por lo que sin pensárselo más aceptó. Ágilmente subió al árbol y se puso a buscar la manzana que Jack había señalado.
Pero Jack había vuelto a engañarle, justo cuando el Diablo había subido al árbol, Jack grabó rápidamente en la corteza del tronco una cruz para que este no pudiera escapar.
Entonces el Diablo no pudo bajar, estaba furioso y humillado, ¡aquel granjero se había atrevido a engañarle dos veces! Así Jack le obligó una vez más a volver a hacer un trato con él.
Esta vez Jack le hizo prometer que jamás le pediría su alma nuevamente. El diablo no tuvo más remedio que aceptar.
Al Diablo le pareció un deseo razonable. Sólo una manzana. Por lo que sin pensárselo más aceptó. Ágilmente subió al árbol y se puso a buscar la manzana que Jack había señalado.
Pero Jack había vuelto a engañarle, justo cuando el Diablo había subido al árbol, Jack grabó rápidamente en la corteza del tronco una cruz para que este no pudiera escapar.
Entonces el Diablo no pudo bajar, estaba furioso y humillado, ¡aquel granjero se había atrevido a engañarle dos veces! Así Jack le obligó una vez más a volver a hacer un trato con él.
Esta vez Jack le hizo prometer que jamás le pediría su alma nuevamente. El diablo no tuvo más remedio que aceptar.
El destino quiso que Jack perdiera la vida unos años más tarde. Tal como era, soberbio, altivo, vicioso y tramposo era completamente imposible que cruzara las puertas del Cielo y, por lo tanto, no pudo entrar en el paraíso. Así que debía intentar entrar en el Infierno.
Pero había un problema, el pacto seguía vigente y, por consiguiente, era imposible que Jack se encontrara con el Diablo. Por lo que tampoco podía entrar en el Infierno. Jack se quedaba en tierra de nadie, entre el Cielo y el Infierno, sólo y a oscuras. Jack suplicó ayuda.
El Diablo burlón, lo reconoció; había estado esperando todo este tiempo su venganza, y esta era su oportunidad. Le negó la entrada al Infierno por no faltar a la promesa de tomar su alma. “... ¿A dónde iré ahora?”, preguntó Jack y el diablo le contestó: “Vuelve por donde has venido”.
El
camino de regreso era oscuro y frío, no se podía ver nada. El diablo, como
burla, le lanzó una brasa encendida que no dejaría de arder con el fuego
del mismísimo infierno para que pudiera guiarle, imperecedera, en la terrible y
fatal oscuridad.
Jack vació un nabo y colocó la brasa en su interior a modo de farolillo. Ahora Jack vaga sin rumbo, con amargura, alumbrado de su siniestra linterna para toda la eternidad.
Desde entonces, Jack the Lantern, como se le empezó a llamar, ha sido visto en numerosas ocasiones durante la noche de Halloween, acompañando a aquellos que se atreven a salir esa noche, y ofreciendo a sus acompañantes un truco o un trato”.
Jack vació un nabo y colocó la brasa en su interior a modo de farolillo. Ahora Jack vaga sin rumbo, con amargura, alumbrado de su siniestra linterna para toda la eternidad.
Desde entonces, Jack the Lantern, como se le empezó a llamar, ha sido visto en numerosas ocasiones durante la noche de Halloween, acompañando a aquellos que se atreven a salir esa noche, y ofreciendo a sus acompañantes un truco o un trato”.
Los irlandeses solían utilizar nabos para
fabricar sus “farolas de Jack”, pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados
Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos. Por ese
motivo surgió la costumbre de tallar calabazas para la noche de Halloween y
transformarlas en farolas introduciendo una brasa o una vela en su interior.
Este farol no tenía como objeto convocar espíritus malignos sino mantenerlos
alejados de la persona y sus hogares.
La costumbre de pedir dulces de puerta en
puerta (trick –or- Treating) se
popularizó alrededor de 1930. Según se cree, no se remonta a la cultura celta
sino que deriva de una práctica que
surgió en Europa durante el siglo IX llamada souling, una especie de servicio para las almas. El Día de los
Difuntos, los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando
“pasteles de difuntos” (Soul cakes),
que eran trozos de pan con pasas de uva. Cuantos más pasteles recibían los
mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de los
parientes muertos de sus benefactores. En esa época se creía que los muertos
permanecían en el limbo durante un periodo posterior a su fallecimiento y que
las oraciones, incluso rezadas por extraños, podían acelerar el ingreso del
alma al cielo.
Soul cakes |
La práctica se difundió en Estados Unidos
como un intento de las autoridades por controlar los desmanes que se producían
durante la noche de Halloween. Hacia fines del siglo XIX, algunos sectores de
la población consideraban la noche del 31 de octubre como un momento de
diversión a costa de los demás, probablemente inspirada por la “noche traviesa”
(Mischief Night) que formaba parte de
la cultura irlandesa y escocesa.
.
La diversión
consistía en derribar cercas, enjabonar ventanas y taponar chimeneas, pero gradualmente
dio lugar a actos de crueldad contra personas y animales, llegando a su punto
máximo en la década de 1920 con las masacres perpetradas por los enmascarados
del Ku Klux Klan.
Diversos grupos de la comunidad comenzaron
a proponer alternativas de diversión familiares para contrarrestar el
vandalismo: concursos de calabazas talladas y disfraces o fiestas para niños y
adultos. De este modo, se proponían retornar al espíritu de los primeros
cristianos, que iban casa por casa disfrazados o con máscaras ofreciendo una
sencilla representación o número musical a cambio de alimento y bebida.
Ernesto Cabeza Salamó
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