sábado, 19 de octubre de 2013

SAMHAIN, “Año Nuevo Celta” “Mitad del Otoño”, “Día de difuntos” 1ª Parte.

SAMHAIN, “Año Nuevo Celta” 

“Mitad del Otoño”, “Día de difuntos” 1ª Parte.


    Samhain tiene lugar en el Hemisferio Norte entre el 31 de Octubre y el 01 de Noviembre, y en el Hemisferio Sur entre el 30 de Abril y el 01 de Mayo. Mabon, el equinoccio ya ha transcurrido y, a partir de ál, las noches se hacen muy largas y los días muy cortos. Nos deslizamos hacia el invierno, hacia la oscuridad, hacia la inactividad, hacia el Yin…
  Samhain es la mitad del Otoño, debe celebrarse en tal ciclo de la Sagrada Rueda de la Vida.                                       
    La imposición cultural-religiosa del Occidente septentrional no debe cumplirse en el Hemisferio Sur, es ir contra natura. Lo natural, lo vital, lo mítico y arquetípico deben ir de la mano, en armonía y no debe celebrarse la “celebración introversiva del desapego” en mitad de primavera, cuando la energía es intensamente extrovertida. En el hemisferio Sur bulle esplendorosamente la celebración de Beltane, la segunda gran celebración del año, el inicio de la Época Luminosa.



     Cuando andamos por la naturaleza percibimos el Otoño en todo su rigor, solo en las partes más caldeadas algunos planifolios retienen sus hojas; por doquier troncos desnudos alzan sus descarnados dedos tratando de tocar el cielo nuboso. En el suelo una alfombra de tonos pardos amortigua nuestros pasos ocultando la tierra; como una esponja si ha llovido, crujiendo si está  seco, pareciendo que el suelo llora y se lamenta a nuestro paso. En los amaneceres los cristalitos de escarcha visten el paisaje convirtiéndose, al poco, en infinidad de minúsculas gotitas reflejando la luz. Ahora redescubrimos las pequeñas nubes de vapor que exhalamos con el aliento y empezamos a cubrirnos las manos con los guantes.
     Entre los hayedos, abetales y pinares de montaña el otoño cede lugar al invierno, más arriba, en las altas cumbres, las primeras nieves hacen su aparición; más abajo se extiende el indómito otoño deteniendo el pulso de vida. Las aves migratorias ya se han ido y las que quedan buscan refugios más templados preparándose para afrontar el invierno. Los días se hacen muy cortos y las noches parecen ya interminables.

     Como dije en la “Ontoenegética del Otoño”, estando en el Agua-aire del Oeste, se está realizando un repliegue contractivo; el cuerpo se está adaptando para enfrentar el rigor del invierno. La vitalidad ya está introvertida y aquell@s que se hallen sometid@s a apegos verán como la tristeza y la depresión les punza. Es el momento del desapego, del soltar, del dejarse ir como nos han enseñado los árboles despojándose de las hojas. Ahora, como metáfora, el río de la vida recorre los últimos metros de cauce entrando en la desembocadura. En nada se fundirá con el mar desapareciendo en él, guardando sólo el recuerdo esencial de aquello que es verdadero saber.
     Expliqué que los órganos asociados a esta etapa del ciclo anual son los pulmones ejemplificando el Aire del río fluyente con su poder de expansión-contracción, presencia y entrega, creando los límites del poder personal; y del intestino grueso con el soltar los contenidos innecesarios.

     Creciente oscuridad, noche, desembocadura de la vida en la disolución en el Océano de la muerte. No es de extrañar que tradicionalmente el día de los difuntos se sitúe en esta época. Es la época de la  reflexión, de la integración, de la consolidación de la  sabiduría, del contacto con ese maestro  sabio interior que se queda con lo existencial soltando todo cuanto es accesorio y carga.

     Dije que la emoción asociada es la aflicción o pesar y el duelo, propias de las separaciones, pérdidas y cambios; que nos permiten soltar y, al tiempo, aceptar los desprendimientos.
     Anoté que el sabor asociado al Agua-aire del Oeste es el “picante” por producir una sensación inmediata de ardor y sed; calentando el cuerpo, estimulando el movimiento y la secreción de fluidos. Es un sabor desincrustante, que abre y limpia los tejidos; pero atentos que por su exceso se convierte en dolor. Finalmente anoté que el Otoño pide alimentos contractivos como bulbos y tubérculos (con sus energías concentradas en raíces, tallos subterráneos y tubérculos) y frutos secos con la energía concentrada bajo duras cáscaras.
         La falta de fibra y el exceso de productos animales dificultan las labores de eliminación intestinal y nos pueden producir demasiado apego a las cosas o a las situaciones. El exceso de alimentos expansivos como dulces o demasiados alimentos crudos (propios del verano) debilitan este aspecto Agua/Aire del Oeste y pueden llevarnos al abatimiento.




          En esta etapa anual también se recomienda caminar a la luz de la Luna con sus efectos calmantes.

     Samhain es una importante celebración que coincide con la festividad del “Día de los difuntos” en el mundo cristiano. Es una inmejorable ocasión para darnos cuenta y deshacer los negativos mensajes culturales que se han asociado a la ancestral y natural sacralidad. No sugiero volver a los ritos ancestrales celtas; sino captar su importante significado y adecuarlo a nuestro mundo existencial actual conociendo su pasado que, en este caso, ha estado unido a acontecimientos siniestros que con seguridad ya jamás regresarán.
     Samhain era la festividad más importante de origen celta en Europa hasta su conversión al cristianismo. En la noche del 31 de Octubre al 1 de Noviembre se celebraba el final de la temporada de las cosechas; con ella concluía el año y se consideraba el inicio del Año Nuevo celta, dando origen a la Estación Oscura.
     Era una festividad en la que su sentido puede expresarse como una comunión con los espíritus de los difuntos que, en esta fecha, tenían ocasión de acudir entre los vivos; concediéndose a las gentes la oportunidad de reunirse con sus antepasados. Como creían que todos los espíritus desencarnados acudían a nuestro mundo, se idearon modos de acoger a los benignos y mantener alejados de los hogares a los dañinos; una de esas tradiciones era la de dejar comida fuera de la casa, una tradición que evolucionó con los siglos convirtiéndose en lo que ahora hacen los niños yendo de casa e casa pidiendo dulces.

     Nuestros antepasados celtas creían que en ese momento, el velo entre el mundo físico (Tonal) y el sobrenatural (Nagual) era muy permeable; con lo cual los espíritus amorosos de los antepasados acudían a sus descendientes tratando de comunicarse, transmitiéndoles mensajes, consejos y guías para sus vidas, que era facilitado por la intensa religiosidad de esas gentes y las numerosas técnicas de adivinación practicadas entonces.

     En relación con el origen del término de la festividad celta, no hay un pleno acuerdo entre sus expertos. Algunos defienden que tiene que ver  con “Samana” el dios ario de la muerte; otros dicen que es una antigua palabra del irlandés medieval que significa “el final del verano” y se pronuncia “Sah-wen”. Otra propuesta que me parece probable es que proceda del término celta “Samonis” que significa “reunión” con la cual se celebraba el Año Nuevo celta. Con la aparición del cristianismo, el término “Samonis” se convirtió en “All Hallow’s Eve” de donde procede el término “Halloween”, nombre con el que se ha popularizado mundialmente al tiempo que ha perdido su sentido profundo.
 
     Ese día se celebraba míticamente el encuentro amoroso, a orillas de un río, de la diosa Morirîganî con Teutatis, el dios-padre amoroso y señor del mundo. Ella era la señora del mundo inferior (oculto) y por ello de la guerra, “la reina de los espectros y difuntos”. En aquellos tiempos las actividades guerreras señoreaban por el mundo y eran la principal causa de muerte no natural. En Irlanda antigua esta diosa se llamaba Moringan, y el dios Dagda; en las Galias se llamaba Herecura y él Sucellos; y en Hispania Ataicina y Endovellicos. Este encuentro amoroso producía una consecuencia crucial, pues la diosa proporcionaba a su amado los secretos para salir victorioso en la próxima batalla mítica; y mientras acontecía su amoroso encuentro el mundo se sumía en la oscuridad y el frío, pues ambos dioses olvidaban su cometido. 


Relato mítico de Dagda y Moringan







     “El dios Dagda tenía una casa en el norte, iba a ella preparándose para la batalla con los Fomorios. Cuando se oían el rumor de las aguas del río Unius, en Connaugth, e iba por su ribera contempló a una hermosa y extraña mujer que se bañaba en sus aguas con uno de sus pies en Echumech, al sur de la corriente y el otro en Loscuinn, al norte de las aguas. Nueve hermosas trenzas flojas pendían de su cabeza. Atraído por su encanto y misterio se dirigió a ella y conversó. Era la diosa Moringan, la diosa de la guerra,  de la adivinación y la profecía. Tras la conversación ambos hicieron el amor junto al río. Y ese lugar pasó a llamarse “El lecho de la pareja” desde entonces. Luego ella le contó a Dagda que los Fomorios desembarcarían en Mag Scetne, que debía convocar a aes dana (gente de dones especiales), los artífices de los hombres de Erín (antiguo nombre de Irlanda), para que se reunieran con ella en el vado del Unius y que ella iría a Scetne para destruir a Indech, hijo de Dea Domnann, el rey de los Fomorios y que le quitaría la sangre del corazón y el valor de los riñones. Más tarde les dio dos puñados de esa sangre a las huestes que estaban aguardando en el vado de Unius. “El vado de la destrucción” pasó a ser su nombre, a causa de la destrucción del rey. Entonces eso fue efectuado por los aes dana que cantaron conjuros sobre las huestes de los fomorios”.Se venció a los Fomorios y su protección eterna.
     Moríngan era una de las esposas del Dagda. Durante la fiesta de Samhain, 1º de noviembre, se acostaba con Dagda para renovar la futura prosperidad de Irlanda. En este sentido, fue vista como la soberana de Irlanda.
Moringan

     De este mito se extrae una de las versiones célticas del principio de la dualidad esencial del universo, al contemplarse a Moringan como la esencia cósmica de lo frío, oscuro, inmóvil, del misterio y de lo oculto; y a Dagda como la manifestación activo, luminoso que manifiesta y cuida la vitalidad, de la vida. 
    Dagda  era el dios de la luz y el sol, por eso se creía que en ese periodo moría, para completar un ciclo y volvía al vientre de su madre, para renacer en el solsticio de invierno. El 21 o 22 de diciembre en la festividad llamada Yule, para empezar un nuevo ciclo de vida y luz. Por eso el 31 de octubre se cría que los espíritus de los fallecidos podían acudir al mundo de los vivos para visitarlos.
     Debemos entender que los celtas se regían por el año lunar. Considerado las 13 lunas, cada una designada por el nombre del árbol o planta que florecía o fructificaba en esa luna. El conjunto de 13 lunas da lugar a 364 días (13×28=364). Quedaba, pues, un día libre entre el fin de un año y el inicio del siguiente. Ese día era particularmente sagrado, un puente entre un mundo y el otro, Era un día fuera del tiempo y, por ello, el más mágico del año, sobre todo tras el crepúsculo al empezar la noche cuando las barreras entre los mundos se desvanecían y confundían posibilitando a los espíritus ancestrales acudir junto a sus descendientes.

. Era una fecha tan importante, la más importante del año, que se celebraba con sacrificios que, en ocasiones, también eran humanos. Lo sabemos por los relatos de los conquistadores romanos que deliberadamente condenaban esta práctica mal interpretándola con intención de considerarlos como bárbaros, ignorando que para los celtas, así como en otros pueblos antiguos, se consideraba todo un honor ofrendar la vida a los dioses. Los sacrificios humanos se realizaban en lo que es las Islas Británicas y en las Galias. Las víctimas solían ser los criminales condenados y, en su defecto, los prisioneros de guerra; pero había también gente voluntaria para el radical ritual. Algunos, al encontrarse en peligro de muerte o incapaces de sobrevivir por lesiones de combate, de accidente o por enfermedad, hacían el voto de dejarse inmolar en un determinado tiempo si no se encontraba a alguien que pudiera ser sacrificado en su lugar. Consideraban que una desgracia, una enfermedad o una discapacidad grave, era porque los dioses estaban molestos y la única manera de poder calmar su enojo y salvar la vida, era ofrecer otra vida en su lugar. Creían en la transmigración personal, el pasar un alma de un cuerpo a otro. En su íntima conexión con la Naturaleza y el significado de lo humano, para los celtas, un sacrificio era un honor, era la comunión humana con la divinidad; al ser sacrificado se integraba de un modo veloz y certero con la esencia divina y de este modo, desde el más allá, podía cumplir la misión de ayudar a su pueblo. Ocasionalmente, si no había criminales, ni prisioneros de guerra, ni voluntarios, se procedía a efectuar un sorteo entre el propio pueblo. Estos dramáticos ritos, al parecer, acontecían cada cinco años. Las victimas eran estranguladas, apaleadas, empaladas, asaeteadas o perecían bajo el puñal del sacrificador. En los periodos críticos, en tiempos de hambrunas, epidemias o vísperas de guerras, los sacrificios adquirían un contexto de común rogativa, un ofrecimiento de la comunidad entera para aplacar a los dioses y obtener su favor. Entonces se construían grandes jaulas de madera, mimbre y cuerdas trenzadas con formas de animales y humanas donde se encerraban a las víctimas y eran quemadas vivas. Era la suma sacerdotisa celta quien ejercía de ejecutora suprema en ciertos sacrificios. Se cercenaba la cabeza de los prisioneros de guerra y su sangre se vertía en un caldero. El contenedor de la sangre del sacrificio se llamaba Caldero de la Regeneración, pues se creía que la sangre derramada en él poseía poderes regeneradores. Los vapores que emanaban del brebaje del sacrificio, al hervir, eran embriagadores, y al inhalarlos los druidas y sacerdotisas entraban en tipo de trance embriagador. Era impregnarse de la sustancia divina de la diosa.
     Para entender el significado de las creencias celtas, del druidismo, hay que darse cuenta de que la muerte era el tema crucial, no porque se sintieran obsesionados por ella hasta el punto de sacrificar a sus semejantes para ahuyentarla, sino porque el estado de muerte (vida espiritual) era el ámbito natural del espíritu; siendo la vida encarnada un tránsito o accidente de la primera. 
En el mundo más allá de lo terrenal se encuentran las fuerzas divinas personificadas como dioses y abarcando dos ámbitos: el de la morada celestial en las alturas, en lo alto del mítico árbol Idrasil (Árbol del Universo), la morada de los dioses (entes elevados) y el mundo de abajo, donde alcanzan sus raíces, lugar al que acuden los que han muerto mientras no son dignos de acceder en  la propia morada o panteón celeste, siendo ayudados por la divinidad del inframundo entre vida y vida.
Por eso cuando ese día, al concluir el año, Dagda moría para volver al vientre de su madre y renacer en Yule, ese justo día, era posible para los espíritus de los muertos, emprender el camino hacia el mundo de los vivos (como en la creencia de la Santa Compaña, en la Galicia actual, en la que perdura aún y de origen celta) a visitar a sus seres queridos; y también, por esta misma razón, los espíritus malignos podían regresar al mundo de los vivos con lo que para ahuyentarlos de entrar en los hogares, se dejaba comida fuera de ellas. Para los celtas, el lugar de los espíritus era un lugar de felicidad perfecta en la que no había ni hambre, ni dolor, ni enfermedad. Celebraban esta festividad con ritos en los cuales los druidas (tanto masculinos como femeninos) ofreciéndose como médiums, se comunicaban con los antepasados (directos o como maestros) esperando ser guiados en esta vida hacia lo inmortal. 
Los druidas, como chamanes que eran, aprovechaban esta oportunidad de facilidad de contacto entre los dos mundos para adentrarse en el oculto y obtener fortaleza y conocimiento.
 
     Durante la ceremonia correspondiente al día 31 de octubre, los celtas se disfrazaban con las pieles de los animales sacrificados para ahuyentar a los espíritus negativos y maléficos que podían visitarles y así poder regresar a la normalidad al día siguiente.

     Con la cristianización, a quienes se adherían a los ritos paganos se les combatía; los perseguidores argumentaban que éstos brujos y brujas se reunían para ofrecer sacrificios a Satanás, señor del infierno, mediante ritos, actos sexuales y sacrificios en aquelarres. Esta creencia interesada acabó incorporándose a la celebración durante la Edad Media (Noche de brujas).
     La persecución de los reductos de cultos paganos furtivos, la obsesión contra las herejías y el dogmatismo despótico de la clase clerical dieron a la Santa Inquisición carta blanca para la tortura y de ejecuciones sumarias, muchas de ellas en la hoguera; con mucha mayor crueldad que los condenados sacrificios humanos de los antiguos celtas. Tanto en Europa como en América much@s “Bruj@s” ardieron en hogueras acusados por el miedo, las envidias y el fanatismo. El término “Bruja” se convirtió en la actitud perversa y seductora del maléfico poder infernal a través de la mujer y en la cruzada contra el principio natural femenino que la vincula con la Naturaleza y su poder de dar vida, mantenerla y defenderla.

     Samhain era la festividad del fin de las cosechas iniciadas en Lughnasadh y continuadas en Mabon, por lo que se celebraban grandes banquetes. En este momento se preparaban para la nieve y el frío. Se daba gracias por las cosechas obtenidas y se rogaba a los dioses para que el verano llegara pronto y para que las cosechas del año próximo fueran buenas; en estos ritos y celebraciones, los druidas participaban activamente mientras los bardos y vates les apoyaban como séquito.

     Antiguamente, entre los celtas, Samhain era el fin de la estación luminosa y el principio de la estación oscura. Se celebraba tres días antes y tres días después de lo que correspondería al actual 31 de octubre (el día entre un tiempo y el otro). En esos días se preparaba la gente y su mundo para la venida de los espíritus de los ancestros y para la muerte del dios, se consagraban los alimentos para el invierno y se agradecía las bondades de los dioses con la cosecha que había llegado a su fin rogándose para que la siguiente fuese provechosa.

     Dagda, Lugh, Bel, incluso Mabon eran nombres que encarnaban aspectos del culto solar, por lo que en este periodo moría completando su ciclo y volvía al vientre de su madre (el misterio inescrutable dador de vida que se personificaba en la propia Tierra como Madre de todas las criaturas vivas); renaciendo en el próximo solsticio de invierno, el 21 o 22 de diciembre con la celebración de Yule, dándose origen a un nuevo ciclo de vida y luz. Hay que entender que en los celtas y en la mayoría de las tradiciones llamadas paganas, el tiempo no es lineal (de la creación al juicio final), sino cíclico. No hay un origen preciso y no hay un fin, con lo cual cada ciclo es una vida, dure un año o 70 años como ejemplo. Un ciclo es una rotación de la Sagrada Rueda de la Vida, que representa el ritmo anual y también la existencia de cada ser individual; por ello se consideraba la reencarnación y la transmigración de las almas.

     Cuando el emperador romano Constantino decretó que todos los habitantes del imperio se convirtieran al cristianismo, muchos ritos paganos se introdujeron en la nueva religión oficial del imperio. El papa Bonifacio IV transformó uno de los templos romanos donde se rendía culto al panteón de los dioses, en un templo dedicado a todos los santos, es decir a todos los hombres que supuestamente habían sido tocados por los dones milagrosos y santos de su dios, y se dedicó una festividad que se la llamó “el día de Todos los Santos”, en la cual se honraba a todos los difuntos; inicialmente se celebraba el 13 de mayo y posteriormente se desplazó al 1 de noviembre para que se ajustase con el año nuevo celta y su celebración de los muertos. Era el día en que se rendía homenaje a todos los santos que no tuvieran, por las razones que fueran, un día de celebración fijado durante el transcurso del año. En Britania e Irlanda se llamó a ese día “All holowmas”, (reunión de todas las personas santas). La noche anterior se conoció como “All Hallow’s Eve” (vigilia de todos los santos), que posteriormente se transformó en “All Hallow Een” y con el tiempo se convirtió en “Halloween”.
     Esta conversión de la fiesta celta de Samhain a cristiana “All Hollow’s Eve” no fue una pura concesión de amistad a los celtas, que aún se les consideraba como bárbaros. Fue en el año 43d.C, cuando el imperio romano incorporó a Samhain dos celebraciones romanas: “Feralia” que rendía asimismo culto a los muertos y “Pomoma”, el festival de la cosecha cuyo nombre alude al manzano como árbol y a sus frutos. Y después, con la cristianización, todo ello se sincretizó.

     El día antes del 31 de Noviembre se había acabado la temporada de las cosechas iniciada en Lughnasadh; seguidamente daba comienzo lo realmente oscuro y frío del invierno; momento del año en que todo parece muerto, asociándose con la muerte del dios-sol y con la etapa humana en la que la vida se extingue. Ese día que ya no pertenecía al año ya muerto ni tampoco al nuevo. Era un día especial en el que el mundo de los muertos (la otra realidad) y el de los vivos se confundían desapareciendo sus límites. La jornada, al igual que el año, para los celtas se iniciaba con la oscuridad, la noche; el invierno; y concluía con el crepúsculo, el otoño.


Significado psicológico de la Oscuridad y la sombra.


     Con Samhain los días se hacen muy cortos y las noches muy largas, pero aún seguirán acortándose hasta el solsticio en diciembre. Con la oscuridad se despiertan las reminiscencias atávicas e infantiles de miedos muy primales en el ser humano. Cuando el campo visual queda reducido prácticamente a nada, te sientes vulnerable e indefenso; es cuando surge la necesidad de cobijarte en un lugar (el hogar) al amparo de una lumbre para crear espacio y tiempo iluminado; envuelto por una inhóspita y oscura noche que lo cubre todo con su misterio. El mundo misterioso, oscuro. Ignoto, nos obliga a sentirnos “necesitados”, conectamos con sentimientos de “pérdida” y se produce dolor y sufrimiento. 
. La  incertidumbre e inseguridad que se genera nos facilita contactar con nuestra “Sombra”, esa parte subconsciente de nuestro psiquismo que alberga todo aquello que consideramos inaceptable en nuestra vida común; no por tratarse de aspectos malos, maléficos o perversos, sino porque son objeto de temor y provienen del temor y miedo. Los contenidos de nuestra parte oscura, sombría, nos asustan y, como los niños, los proyectamos a esas formas impalpables, a esas figuras irreconocibles que, siendo sombras, podemos percibir pero no podemos retener ni tocar, escurriéndose mágicamente de entre los dedos. Lejos ahora de la placentera y apacible sensación y sentimiento de que la entrega y descanso es posible en los brazos de la mamá en la oscuridad y que todo está bien. El miedo a la oscuridad deviene de la gran distancia que se ha creado entre el considerar el universo como un misterio ignoto que nos da la vida y del que formamos parte; y la necesidad de no renunciar al control, evitando la entrega y su incondicionalidad. El segregarnos de ser parte del misterio nos permite verlo como un No-Yo; y por tanto temerlo y combatirlo con cualquier recurso a mano. El origen de esto procede de la caída del mundo matrifocal y de la instauración del patriarcal, que precisa control y posesión de todo cuanto es conocido; rechazando e ignorando a cuanto no se puede acceder.
    Samhain es una fiesta, celebración para desafiar al control, para salirse de sus mecanismos activos de tipo patriarcal y autoritario como es el tener, poseer, dominar, controlar y comprar. El tiempo, cuando la noción de espacio desaparece o se hace impreciso, se altera y hasta desaparece. Sin una sensación clara del espacio-tiempo, nos abrimos a la experiencia del misterio, de aquello que esencialmente es, pero que no se palpa, ni mide, ni se puede tomar; que se escapa a los intentos de objetivarlo, de definirlo, de dominarlo, de poseerlo. Es decir lo inmaterial; el ámbito del espíritu y su mundo contextual. Es adentrarse en el poderoso Yin, el poder eterno-femenino cósmico y arquetípico. Y entonces, liberados de nuestra mazmorra psíquica, emergen, a mano de inseguridades y del miedo, nuestros monstruos, demonios y fantasmas. Samhain, en este sentido, nos permite tomar contacto con nuestra parte oscura, temida y tener la oportunidad, no de iluminarla para reprimirla otra vez, sino de contemplarla en el contexto del no-control; del no-dominio, de la no-posesión; como si este contexto fuera un útero materno o el abrazo de mamá acurrucándonos en su bondadoso pecho. Contemplándolo así, esa sombra se empequeñecerá y perderá su significado toda vez que la entrega a la ternura y al amor nos inundará. Démonos cuenta de que los temidos fantasmas, los monstruos, son creaciones de nuestro miedo, de la oscuridad de nuestro afanoso ego controlador y no de la entrega al amor.
     Los aconteceres no son buenos ni malos, son fenómenos energéticos en relación con nosotros, se hacen felices o favorables si fluyen con placer y se convierten en lo contrario si se asocian con dificultades y con dolor. Incluso acontecimientos que, en su realización, fueron gozosos devienen en monstruosos cuando su recuerdo se asocia con fuerte dolor; como cuando en un cumpleaños, esa persona amada ya no está entre nosotros.
     Los actos, las acciones, son nuestras aportaciones al mundo, nuestras creaciones, nuestra cosecha, y Samhain es el momento propicio para tomar contacto con ellas y considerarlas; de convertirlas en sabiduría y no quedar adheridos a sus resultados. Dejarlas ir, desapegarse. Un apego siempre nos muestra una proyección que no podemos dejar de contemplar; démonos cuenta o no de ello.
     Y Samhain también es tiempo de recordar y tener contacto con las personalidades de los que han sido nuestros ancestros, agradeciendo su necesaria existencia y abriéndonos a que amorosamente nos susurren sus consejos y su saber desde su dimensión, como descendientes suyos que somos y objetos de su amor. Consideremos que nosotros también somos antepasados de nuestros futuros descendientes.
      Si Mabon es el morir, el partir del Tonal, Samhain es el mundo del Nagual, la otra realidad y, en esta señalada fecha, estamos próximos a estos extraños seres que comprenden y son sabedores de la misma tanto como de la vida y del amor. Esas personas capaces de desenvolverse en ambos mundos o realidades, a estos enlazadores de mundos a los que llamamos bruj@s y/o chamanes (como los antiguos druidas) y que tanto respeto y temor nos inspiran. Seres que aman ambas realidades sabiendo que su polaridad solo es una apariencia.
     En resumen, en Samhain honramos a todas nuestras representaciones de miedo, a todas nuestras creaciones, a los seres misteriosos y a nuestros antepasados, tengamos o no conocimiento de ellos; por eso un símbolo de esta celebración es prender luces pequeñas y poner lámparas hechas a partir de frutos de la temporada para alumbrar el paso nuestro y de ellos entre ambos mundos.


Mito y leyenda de la calabaza de Halloween.


     Haloween  se le conoce habitualmente como “Noche de brujas”



 
     En Samhain era costumbre vaciar nabos para ponerles dentro velas. Varios siglos después, esta tradición tiene continuidad en el actual Halloween, tan promovida por la filmografía de Estados Unidos.
     Con la inmigración europea a los Estados Unidos, principalmente de los irlandeses católicos en 1846, llegó la tradición de Halloween al continente americano. Cuando se habla de esta fecha, se piensa en disfraces, maquillaje, fiesta, dulces y niños.



     La costumbre de ahuecar y tallar una calabaza para convertirla en un farol llamado Jack –o- Lantern tiene su origen en el folclore irlandés del siglo XVIII.
     Las Jacks -o- Lanters forman parte del Haloween desde varios siglos atrás. Aunque la práctica de hacerlas tiene su origen en una antigua leyenda irlandesa sobre un hombre apodado Stingy Jack (Jack el tacaño).

     “Permitidme que os cuente la historia de Jack the Lantern, un ser maldito que camina entre el cielo y el infierno en busca de un lugar donde dar descanso a su atormentada alma.


      Cuenta la leyenda que existía un hombre llamado Jack el Tacaño, un granjero tan perezoso como astuto y que no hacía ascos a unas buenas pintas de cerveza.
Una noche (la de Haloween) en la taberna donde Jack solía ir a beber y a jugar a las cartas hasta altas horas de la noche, éste se encontraba totalmente ebrio y, con la valentía que da el alcohol, gritaba desafiante a todo aquel que quisiera escucharlo:
     - No hay nadie más listo que yo, ni capaz de superarme en inteligencia y astucia.

     Ninguno de los presentes hacía caso de las fanfarronadas de Jack. Molesto y furioso, Jack no iba a permitir que le ignorasen, así que volvió a gritar lleno de soberbia:
     - Reto al mismo Diablo a que me demuestre si es más inteligente que yo.

     La actividad de toda la taberna se paralizó, no se oían risas, ni bromas; en realidad no se oía nada, los aldeanos apenas se permitían respirar. Jack había retado abiertamente al Diablo. Todos los presentes miraban a Jack con terror, poco a poco, el bullicio empezó a crecer aunque el ambiente era lúgubre, sin alegría. Sólo había susurros ahogados y miradas furtivas.

      Jack se enfureció aún más, de un salto se puso de pie tirando la silla que había estado usando y, con un puñetazo furioso, apartó la mesa de su camino desparramando todo por el suelo, y, mirando con desprecio a sus vecinos, salió del local.






 
     Frente a la taberna, Jack vio a un siniestro caballero vestido completamente de negro y con un sombrero de ala ancha que cubría su rostro, pero los ojos del desconocido relucían con un brillo maligno en la oscuridad y le miraban fijamente.

     El miedo se apoderó de Jack, aquel tipo era aterrador, pero él no se dejaba amilanar fácilmente y, con ademán bravucón, se dirigió al extraño y se encaró con él.
     - ¿Qué es lo que quieres? - le preguntó con altivez.

     El desconocido no le contestó, pero el brillo de sus ojos era más intenso y frío.

      Jack se encogió de hombros, y con un gesto despectivo, se dio media vuelta y se dirigió a su casa. Al principio, Jack iba tan confiado y ufano como siempre pero la sensación de estar siendo seguido por alguien se iba acentuando con cada paso que daba. Empezó a mirar inquieto hacia atrás, pero no conseguía ver nada aunque la sensación era ya abrumadora, de vez en cuando creía ver la sombra del enmascarado acercándose cada vez más.

     Jack aceleró el paso, tenía la impresión de oír los pasos de su perseguidor cada vez más cercanos, y el terror se iba apoderando de él, nunca el camino hasta su hogar le había parecido tan largo. Corrió. Cuando por fin llegó a casa Jack estaba completamente aterrorizado, rápidamente echó el cerrojo de la puerta y corrió a comprobar, una a una, todas las ventanas.

     Cada vez que se asomaba a una ventana podía ver al desconocido parado frente a la casa, esperando. Allí estaba inmutable, con su porte siniestro, contemplándolo. Esperándole.                                                                                                                                                                                                                    

     Después Jack esperó a ver que pasaba. La tensión y el miedo iban creciendo en él, pero no pasó nada. Cada pocos minutos se asomaba por la ventana, y cada vez el desconocido seguía allí, parado, esperando. Jack estaba desesperado, y, recogiendo el valor que le quedaba, se decidió. Se atrevió a salir de casa para  volverse a enfrentar al desconocido.

     - ¿Quién eres y qué quieres de mi? - le espetó Jack asustado.

     El extraño le miraba fijamente, con aquellos ojos espeluznantes, y Jack creyó ver como la boca de aquel individuo se había torcido en una cruel sonrisa.

     - Soy el Diablo, y estoy aquí puesto que me has retado, a mis oídos han llegado que te consideras más listo que yo. - Su voz sonaba siniestra y profunda.

                                                                                                                                                                   
      Aunque muerto de miedo, Jack sonrió al extraño y lo cogió del brazo invitándole a volver juntos a la taberna a tomar sus últimas copas. El Diablo aceptó. Durante horas ambos estuvieron hablando, bebiendo y jugando animadamente, en una extraña competición de ingenios, la velada transcurría como una fiesta entre dos amigos. Durante todo este tiempo Jack no paraba de pensar en como salir de ésta aunque no encontraba la forma.

     Inexorablemente, ya muy cerca de la madrugada, el Diablo le dijo a Jack que iba a llevárselo al Infierno donde purgaría sus pecados y pagaría por su soberbia. Jack sabía que había llegado su hora, aún así no se amilanó e invitó al Diablo a una última ronda. El Diablo, que lo había estado pasando tan bien hasta el momento, no vio motivos para negarse.

     Al llegar el momento de pagar, Jack afirmó haberse quedado sin dinero, lo que provocó numerosas bromas y burlas entre ellos, momento que aprovechó Jack para volver a retar al Diablo:

     - ¡Vamos compañero! demuéstrame tus poderes, a ver de qué eres capaz. ¿Por qué no te conviertes en algo pequeño, en una moneda, por ejemplo?

El Diablo, bastante ebrio y picado en su orgullo, usó toda su parafernalia y se transformó en una moneda. Momento en el que, astutamente, Jack aprovechó para coger la moneda y guardársela rápidamente en el bolsillo, donde previamente había guardado un crucifijo de plata.

     El Diablo, atrapado junto a la cruz, no podía hacer nada para liberarse, por lo que, no le quedó más remedio que hacer un trato con Jack. Jack le liberaba y, a cambio, el Diablo no podía presentarse ante él en un plazo de diez años cumplidos.





     Así que, diez años después, el Diablo se presentó puntual a su cita. Este año no habría borracheras, ni bromas, ni risas, en esta ocasión no iba a permitir que Jack le volviera a burlar.

     En esta ocasión, Jack pidió un deseo antes de morir. Como bien es sabido, los últimos deseos de los que iban a morir debían de ser concedidos, por lo que el Diablo volvió a concedérselo, aunque en esta ocasión puso algunas condiciones. No iba a permitir que, utilizando algún truco, Jack volviera a conseguir retrasar su entrada en el Infierno una vez más.



     - Quiero una última cena. No quiero nada exótico, llevo todo el año cuidando de ese manzano, y una de estas manzanas, esa que se ve en la copa del árbol, acaba de madurar y pensaba comérmela mañana. Desearía disfrutar de ella antes de mi muerte. Mi deseo es que me la bajes para que pueda comérmela como gran favor y luego ya puedes llevarme contigo.

     Al Diablo le pareció un deseo razonable. Sólo una manzana. Por lo que sin pensárselo más aceptó. Ágilmente subió al árbol y se puso a buscar la manzana que Jack había señalado.
Pero Jack había vuelto a engañarle, justo cuando el Diablo había subido al árbol, Jack grabó rápidamente en la corteza del tronco una cruz para que este no pudiera escapar.

     Entonces el Diablo no pudo bajar, estaba furioso y humillado, ¡aquel granjero se había atrevido a engañarle dos veces! Así Jack le obligó una vez más a volver a hacer un trato con él.
Esta vez Jack le hizo prometer que jamás le pediría su alma nuevamente. El diablo no tuvo más remedio que aceptar.

     El destino quiso que Jack perdiera la vida unos años más tarde. Tal como era, soberbio, altivo, vicioso y tramposo era completamente imposible que cruzara las puertas del Cielo y, por lo tanto, no pudo entrar en el paraíso. Así que  debía intentar entrar en el Infierno.
Pero había un problema, el pacto seguía vigente y, por consiguiente, era imposible que Jack se encontrara con el Diablo. Por lo que tampoco podía entrar en el Infierno. Jack se quedaba en tierra de nadie, entre el Cielo y el Infierno, sólo y a oscuras. Jack suplicó ayuda.

     El Diablo burlón, lo reconoció; había estado esperando todo este tiempo su venganza, y esta era su oportunidad. Le negó la entrada al Infierno por no faltar a la promesa de tomar su alma.      “... ¿A dónde iré ahora?”, preguntó Jack y el diablo le contestó: “Vuelve por donde has venido”.
      El camino de regreso era oscuro y frío, no se podía ver nada. El diablo, como burla, le lanzó una brasa encendida que no dejaría de arder con el fuego del mismísimo infierno para que pudiera guiarle, imperecedera, en la terrible y fatal oscuridad.

     Jack vació un nabo y colocó la brasa en su interior a modo de farolillo. Ahora Jack vaga sin rumbo, con amargura, alumbrado de su siniestra linterna para toda la eternidad.

     Desde entonces, Jack the Lantern, como se le empezó a llamar, ha sido visto en numerosas ocasiones durante la noche de Halloween, acompañando a aquellos que se atreven a salir esa noche, y ofreciendo a sus acompañantes un truco o un trato”.


     Los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus “farolas de Jack”, pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos. Por ese motivo surgió la costumbre de tallar calabazas para la noche de Halloween y transformarlas en farolas introduciendo una brasa o una vela en su interior. Este farol no tenía como objeto convocar espíritus malignos sino mantenerlos alejados de la persona y sus hogares.


     La costumbre de pedir dulces de puerta en puerta (trick –or- Treating) se popularizó alrededor de 1930. Según se cree, no se remonta a la cultura celta sino que deriva  de una práctica que surgió en Europa durante el siglo IX llamada souling, una especie de servicio para las almas. El Día de los Difuntos, los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando “pasteles de difuntos” (Soul cakes), que eran trozos de pan con pasas de uva. Cuantos más pasteles recibían los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de los parientes muertos de sus benefactores. En esa época se creía que los muertos permanecían en el limbo durante un periodo posterior a su fallecimiento y que las oraciones, incluso rezadas por extraños, podían acelerar el ingreso del alma al cielo.
By the fourteenth century a custom called 'souling' had developed in England in which the poor would go from house to house asking for soul-cakes, calling

A Soul Cake, a Soul Cake,
have mercy on all Christian souls for a soul cake!

or
Soul, soul, an apple or two,
If you haven't an apple, a pear will do,
One for Peter, two for Paul,
Three for the Man Who made us all.
Soul cakes


      La práctica se difundió en Estados Unidos como un intento de las autoridades por controlar los desmanes que se producían durante la noche de Halloween. Hacia fines del siglo XIX, algunos sectores de la población consideraban la noche del 31 de octubre como un momento de diversión a costa de los demás, probablemente inspirada por la “noche traviesa” (Mischief Night) que formaba parte de la cultura irlandesa y escocesa.  
 
     La diversión consistía en derribar cercas, enjabonar ventanas y taponar chimeneas, pero gradualmente dio lugar a actos de crueldad contra personas y animales, llegando a su punto máximo en la década de 1920 con las masacres perpetradas por los enmascarados del Ku Klux Klan.
     Diversos grupos de la comunidad comenzaron a proponer alternativas de diversión familiares para contrarrestar el vandalismo: concursos de calabazas talladas y disfraces o fiestas para niños y adultos. De este modo, se proponían retornar al espíritu de los primeros cristianos, que iban casa por casa disfrazados o con máscaras ofreciendo una sencilla representación o número musical a cambio de alimento y bebida.

Ernesto Cabeza Salamó

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