Dificultades y
distracciones en el camino de la auto realización trascendente.
Una versión mítica de las etapas de la vida de Buda nos dice que Siddharta, en sus extremas prácticas de ascetismo, después de algunos días sin comer ni beber agua, pocos minutos antes de su muerte, escuchó a unmaestro que estaba enseñándole a una niña a tocar la sitar. Dicho maestro le dijo que si la cuerda estaba muy floja no sonaría, pero si la cuerda del sitar se encontraba muy tensa se rompería: la cuerda debía estar en su justa tensión para que pudiera dar música y armonía. En ese momento Siddharta comprendió el camino del medio:tanto el ascetismo extremo como la vida de de placeres del palacio eran dos extremos, y la verdad se hallaría en la justa medida entrde el placer exacerbado y el ascetismo extremo.
Ser vidente es permitirse ver la
luz en todo cuanto existe. En sí mismo y en lo que le rodea sea vivo, inerte o insensible.
La luz se encuentra en todo y el vidente debe verla en todo; debe confiar en su
inspiración, en su creatividad, en lo que le indica sus ojos y demás sentidos y
alcanzar a ver, con la intuición, su mundo interior y el misterioso mundo del
espíritu. Él sabe y siente que cuenta con un “sol interior” que le ilumina
desde dentro aún cuando se sienta transitar entre tinieblas. Es un guerrero que
“ve”. Esa luz o sol interior es su brújula, su guía, su inspiración y su
iluminación; cuando está en contacto con ella puede volar como un águila por
las regiones del espíritu viéndolo todo desde “arriba”. Su fuego interno le da
claridad y fuerza para “volar en pos de la libertad”. El sol o luz interna es
igual a la luz externa. Sabe que lo que hay dentro es también lo hay fuera, lo que hay arriba es
lo que hay abajo. ¿Luz u oscuridad? El guerrero elige siempre la luz, la
impecabilidad, la senda de la pureza que también es la de la belleza. Su guía
es la autenticidad su contacto con la verdad de su ser. Allí tiene que quemar
sus adherencias, allí tiene que renunciar a todo cuanto no sea luz y visión
clara. Su ser y luz interna tiene que ser escuchada cuando el ego en su mente
le trate de deslumbrar con ilusiones y creencias ajenas, por muy potentes y
apasionadas que sean y por muy justas que aparenten ser. El guerrero vident4e
intuye y ve lo que de engañoso y seductor puede ser el Reino de maya. Y que
tratará de apartarlo de la senda comprometida en la obtención de la libertad o
iluminación. También debe darse cuenta de que su propia sensación de claridad
es un espejismo y lo puede atrapar en un poderoso creer que tiene luz y
claridad, poseedor de la verdad. Esta es la muerte del guerrero. Creerá estar
iluminado cuando en realidad su búsqueda de la “libertad” ha cesado. Se sentirá
ilusoriamente iluminado hasta que le toque la muerte y lo peor es que puede
arrastrar consigo a otros aspirantes que depositen en él su fe. Su luz es un
espejismo que continuamente se alienta y engrandece. El guerrero vidente debe
desafiar esta ilusión de claridad, considerarla como un desafío y seguir la
senda de la impecabilidad, entregándose humildemente a su labor de acecharse y
de ser digno de contactar con la genuina luz de su ser en armonía con la que se
manifiesta en el mundo que le rodea y del que forma parte.
Siempre se ha tratado de
confundir a los aspirantes del saber con mensajes opuestos. Doctrinas contra
doctrinas, interpretaciones enfrentadas en una misma doctrina. Conciencias
nacionales frente a otras conciencias nacionales; pobreza frente a riqueza,
etc. Todo categorizado entre bueno y malo aplicado a cualquier aspecto: Bloques
estratégicos de hegemonía mundial, naciones entre sí, ideologías políticas,
concepciones religiosas, cuestiones étnicas, clases sociales, categorías de
género, rivalidades competitivas en deportes, enfrentamientos en cuestión de
liderazgos; celos y envidias entre conocidos, hermanos y familiares.
Estrategias de dividir y confundir, unos en la cuerda demasiado tensa y otros
en la floja. Perseguidores y perseguidos, agresores y víctimas a los que se une
el rol de salvador que, frecuentemente en el afán de mediar y pacificar, acaba
cayendo víctima de ambos contendientes cuando no pueden persuadirlo a una de
las causas.
Dejemos que los espíritus pobres
se agoten en estos pleitos; veámoslos sumirse en el dolor de sus propias
creencias en conflicto. Roguemos y oremos para que encuentren el equilibrio y
la paz.
Ser guerrero es tratar de vivir
conforme a la integridad e impecabilidad. El guerrero acepta el desafío de
estar en todo momento en el aquí y ahora, es decir con el Soy y Vivo. En el
siguiente momento podría no estar vivo. La conciencia del instante presente
vivido, experienciado. Darse cuenta de que nadie le zarandea cual veleta. El
árbol con raíces profundas sacudido por vientos y tempestades, que puede perder
hojas, flores y frutos, pero se mantiene allí sin sucumbir a las presiones del
ambiente. Ese salvaje en la jungla que va al encuentro de su sustento sabiendo
que en vez de cazador, puede ser cazado si disminuye la conciencia en alerta y
se deja arrastrar por deseos y pensamientos que lo apartan del aquí y ahora. El
tigre que lo acecha lo cazará. El guerrero debe encontrar su sustento y darse
cuenta de que se le acecha. Si los deseos, los pensamientos, la fantasía, las
creencias le apartan del estado de conciencia del “aquí y ahora”, el guerrero
será cazado por su falta de integridad. El guerrero que está acechando a su
objetivo y meta y se da cuenta de qué peligros asimismo le acechan por doquier
que pueden impedirle obtener éxito en su propósito. Discurrimos por el valle y
desde lo alto del risco nos observa el Búfalo Blanco sugiriéndonos dónde está
el poder de la “mente pura”, pero hemos de mirar a lo alto y no dejarnos
atrapar por la maraña del matorral y sus espinas. El guerrero está presente en
el constante “aquí y ahora” y sabe que en cualquier momento la “Gran
acechadora”, la Muerte, le dará caza. Mientras no le toque y, nunca puede saber
cuándo será, aprovecha cada instante de su vida para alcanzar la impecabilidad.
Desde el Sur le llaga una dulce
caricia. La Vida le susurra en el oído su dulce canción de amor. La dulzura de
la Madre Tierra le arrulla en su regazo con amor incondicional. Le dice “Eres una
criatura creada y criada en mí, envuelta siempre, en espíritu y materia de mi
mística y misteriosa presencia”. Él es su hijo y ella desde antes de nacer ya
le entregaba todo cuanto es para que viva, evolucione y muestre el esplendor de
su ser, que no es otro, que una pequeña mota de su propia consciencia de Ser.
El guerrero vidente dice: “Sí. Procedo de Ti, en Ti vivo, de Ti obtengo todo
cuanto necesito en lo material y espiritual y constantemente me abrazas y besas
con tu luz y amor diciéndome que comparto todo cuanto Tú eres. Mis lágrimas de
conmovido amor riegan mis pasos, un amor tan puro que en Tus brazos me entrego
disipándose todo temor e inseguridad. Ese llanto feliz de pertenencia a Ti, un
ser tan poderosamente amoroso, restaurador y sanador”. Ella es una madre
acogedora que todo lo da, y susurra aliento de libertad entre abrazos y besos
de cuidado, amparo y solaz. Ahora la luz unida a la compasión y el amor llena
el espíritu del guerrero vidente. El amor hace que irradie su espíritu, su
poder y su medicina por donde quiera que transite. El guerrero vidente se
convierte en un dador de amor y sanación; con el amor se disipa la ilusión de
claridad y el envanecimiento de creer poseer la claridad se transforma en una
humildad de ser un grano de arena, una matita de hierba, un gran roble o un
divertido mono. Transita con pié desnudo acariciando a cada paso a la Madre
Tierra, aspira su amoroso aire portador de vida, observa la belleza de su
amorosa creación, bebe y como de su propia sustancia amorosa, yace durmiendo entre
los brazos, con el oído pegado a su
corazón de madre y los sueños reúne a todas sus criaturas en su útero
arrullándolas de su incondicionalidad, en vida material e inmaterial. Sus besos
y caricias son la propia belleza de vivir en su ser. Entonces sabemos que le
pertenecemos y que nos guiará amorosamente hacia nuestra libertad, nuestra
elevación espiritual y trascendencia. Siendo uno con ella trascenderemos
nuestra condición de criaturas y nos convertimos en la propia Madre Tierra,
dadores de luz de amor y con poder creador.
El amor es un caudal inagotable
de energía que nos eleva cual Quetzalcóatl a las dimensiones más elevadas del
Universo. Para ello ya se ha renunciado a la individualidad y a la ilusión de
ser poseedores de cualquier cosa. Todo cuanto tenemos y somos no nos pertenece,
procede de una fuente amorosa muy superior a nosotros y a ella nos entregamos.
El Gran Misterio deposita en la Abuela y Madre Tierra su poder para que,
impulsados por él, podamos volar y fundirnos con Él. La propia Tierra ha creado
en nosotros, a través de la evolución, todo lo necesario para la obtención de
la “liberación”. Mientras no se comprenda y sienta amorosamente tal llamada
será imposible proseguir por la senda.
Cuando el “Pájaro de la libertad”
nos ha tocado, nos ha susurrado su
palabra y luego ha emprendido su vuelo, es el momento de lanzarse a volar tras
él. La llamada del Misterio, de lo desconocido, de lo incognoscible nos ha
tocado. El “oso gris danzante” ya ha bailado machacando todo resto de ego e
importancia personal. Ahora es cuando sumergiéndonos en los abismos insondables
de lo desconocido sabemos y vivimos las Cuatro leyes de la Sabiduría, que
también se denominan “leyes espirituales inalterables; con ellas emerge el
mago, el sabio, el maestro interior plenamente desapegado.
-
Quien quiera que esté en un lugar es la persona
adecuada para estar allí.
-
Cualquiera que sea el momento en que empecemos
algo es el momento justo de empezar.
-
Lo que ocurre es lo único que podría haber
ocurrido.
-
Cuando algo se acaba, se acaba.
No sirve el pretender
entenderlas, hay que experienciarlas a través de la profundidad de la
meditación y del desapego.
La impecabilidad fundida a la luz
interior y pilotando la nave del amor nos proyecta hacia el infinito, hacia la
“Fuente de todo cuanto es”, hacia la libertad total. A la fusión con la esencia
y ser una gota fundida en el infinito. El desapego es tal que la muerte es
vida, la “Acechadora” es ahora la otra cara de nuestra moneda. Hemos cruzado el
Portal y desde su dimensión vemos que la llamada muerte nunca fue ni será. Sólo
hay vida y consciencia, solo se es fluir en una corriente universal en la que
se es sin ser y el Todo incluye todos sus seres. Se es sin ser, la identidad es
al mismo tiempo la totalidad. ¡Al fin hemos llegado a casa! A nuestro hogar
originario, pero esta vez con plena consciencia y sabiduría. Entonces nos damos
cuenta de que no hay diferencia entre aquello que llamamos Absoluto o Dios y
nuestro Ser. Este es el misterio de los misterios.
Un resumen y síntesis de esto
último se plasma en la fórmula del guerrero tolteca:
Ya estoy entregado
al poder que gobierna mi destino.
Y no me aferro a
nada, así nada tendré que defender.
No tengo
pensamientos, de modo que veré.
Nada temo, así que
me recordaré.
Separado y en paz,
volaré más allá
del Águila para ser libre.
Ernesto Cabeza Salamó
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