domingo, 7 de julio de 2013

Lugnasad, La Primera Cosecha.

Lugnasad, La Primera Cosecha.

1 de Agosto, Mitad del Verano.


     Es la  celebración de la mitad del verano, el día 1 de agosto en el Hemisferio Septentrional.

     En esta fecha cuando transitamos por el campo, el ambiente manifiesta un cambio que se va produciendo gradual y progresivamente. Los días ya no son tan largos, pero además se percata, se huele, que en la Naturaleza hay cambios. La calidez tiene su propia luz y olor; ya hay algo diferente. La mayoría de la gente de la ciudad está con la mentalidad vacacional, sea porque este descanso está concluyendo, por estar disfrutándola o esperando iniciarlo. Meteorológicamente es un tiempo predominantemente seco, sobre todo en las tierras que bordean el Mediterráneo. La luz del atardecer adquiere un aire más dorado.
 
 
    De acuerdo con la latitud y altitud, los campos de cereales ya han sido cosechados, se están cosechando o, ya bien dorados, se encuentran en el momento de siega. Los mercados locales, de cercanía, están pletóricos. Las hortalizas, las verduras, los frutos muestran la diversidad de colores, olores y sabores llenándolo todo. Es un auténtico gozo apreciar su abundancia y proliferación. Antiguamente era el momento en que se  recogían los granos que servían de alimento durante el invierno.
  
    Lugnasad es la festividad de la celebración de la Primera Cosecha. Las plantas nacidas y/o florecidas en primavera dejan caer sus frutos y semillas, recogemos sus frutos y se aseguran futuros cultivos. Algunas se marchitan concluyendo su ciclo vital.
 
 
     El nombre de Lugnasad proviene de un antiguo dios celta que representaba el poder del sol, Lug; uno de los diversos dioses que deben morir para renacer. Era un dios irlandés con el sobrenombre de “Lug de todas las artes”, se le apodaba como “el de la mano larga”; su fiesta, la Lugnasad, se celebraba el Primero de Agosto. Era una divinidad bienhechora, irradiaba tal claridad en su rostro que ningún mortal podía mirarle cara a cara. Era el amo absoluto de las artes, tanto de las de la paz como de la guerra. Poseía una lanza mágica que por sí misma y sin necesidad de ser arrojada o guiada, iba a herir a los enemigos. Su arco era el arco iris, y la vía Láctea era llamada en Irlanda la “cadena de Lug”...
 
     En estas fechas, aunque apenas sea advertible, el astro solar  va perdiendo algo de su fuerza y presencia; empieza a debilitarse.
     Aunque aparentemente el tema de celebración es la cosecha, lo profundo de esta fiesta es lo que tiene que morir para renacer. Este es su misterio. El grano que tan vitalmente ha crecido y madurado, ahora es recogido y de inmediato será sacrificado, muerto, para transformarse en harina y pan. La idea que subyace es la de que hay que morir para que lo otro viva. De ahí viene la tradición de que hay que hacer una figura con bolas de masa de harina dentro que se echaba al fuego y cuando las figuras se consumían y las cenizas se enfriaban, esa harina que se había sacrificado se había convertido en pan; que entonces era compartido y comido dando gracias al gran sacrificio de amor que había hecho el cereal. Observad el paralelismo y semejanza con el misterio de la eucaristía cristiana. Ésta, probablemente fuera una práctica extendida y compartida por toda la zona Mediterránea y de Oriente Indico durante el Neolítico y Calcolítico, cuando se originaron las comunidades sedentarias.
     Honrar a la amorosa Madre Tierra con su generosidad sin fin para que sus hijos no se murieran de hambre.
 
     El grano sagrado es el símbolo central de esta festividad, especialmente en forma de pan horneada con una consciencia y reverencia ante la Tierra que nos ofrece nuestro alimento; tanto físico como espiritual. Una muy adecuada actividad es hacer pan conscientemente, amasarlo, ponerle levadura, hornearlo y comerlo. Esta festividad es también conocida como Lammas y también como Hogaza.
 
Hogaza


    La cosecha para nuestros antepasados era una cuestión de vida o muerte; una cosecha pobre no solo significaba hambre, sino también el saber que muchos no vivirían para ver otra primavera. Por ello una buena cosecha en Lugnasad era causa de alegría; pero aún quedaba la segunda cosecha; y en esta fecha, nuestros antepasados horneaban sus hogazas sagradas de pan en esta primera cosecha con la esperanza de complacer a la diosa y así, ser merecedores de una buena cosecha posterior.

     También tejían elaboradas diosas de paja para colgar en sus casas, en reverencia a su espíritu grande y generoso. Y ésta será también una de nuestras actividades: el honrar a la madre Tierra haciendo figuras de la cosecha (realizar formas sencillas de la diosa de la vegetación con las hierbas que tenemos al alcance), honrando al ciclo de germinación, crecimiento, fructificación, declive y formación de nuevas semillas.




     En la antigüedad la gente hacía ofrendas de vino, aceite, cerveza e hidromiel a las primeras espigas de los campos. También nosotros podemos aumentar el respeto por los seres que crecen al restablece una más intensa y profunda relación con la naturaleza, aprovechando a sus magníficos representantes, los árboles; con quienes compartimos la naturaleza. Por ello podemos realizar ofrendas de amor y gratitud, y ésta será nuestra siguiente actividad en esta celebración tan especial.

     Lugnasad celebra la transformación: La semilla que tras brotar, crecer, florecer y fructificar; finalmente se convierte en el alimento que nos sustenta. Una propuesta más de actividad es honrar esta transformación que hace que interrumpamos nuestra rutina estereotipada y mecanicista y prestemos atención a más de identificarnos con el discurrir de este sagrado proceso (Círculo de cubos de hielo herbal).
 
     Por encima de todo, Lugnasad, marca el momento de la semilla, cuando todo empieza su descanso anual. Metafóricamente la diosa Gaia, observa con alegría y también con tristeza como el dios-sol está perdiendo vigor, pero al mismo tiempo, él vive, se gesta, dentro de ella como su hijo.  Esto es una consideración profunda que identifica uno de los poderes de la luz del sol como energía de vida (bioenergía, orgón, prana, chi…) que ya se ha organizado como germen de vida en forma de semilla y yace potencial esperando su momento oportuno de expandirse y brotar esplendorosamente a la vida. Ahora, en Lugnasad, se detiene el crecimiento, la floración, los frutos; las plantas invierten sus energías en las semillas, a prepararse para el inevitable invierno; pero mantienen la promesa de la nueva vida que renacerá en primavera. El mirar y tener semillas en nuestras manos nos invita, nos compromete a prestar atención a lo que nos envuelve: El cuerpo languidece, envejece y muere; y que en lo viejo está contenido el misterio de la renovación.

 
 
     Si animamos a nuestros hijos a descubrir y honrar las semillas, les estaremos enseñando, recordando y explicando este misterio. Y cuando verdaderamente observamos las plantas que nos rodean, crece en nosotros el respeto ante sus ciclos y ritmos, representados en la Sagrada Rueda Medicinal; y una comprensión de éstos en nuestra vida. De aquí también puede surgir otra interesante actividad de observar y dialogar con semillas y plantas.

    Tras el frenesí de la Primavera (Ostara y Beltane), ahora se produce la calma, la energía de la naturaleza se ha calmado, lo advertimos fuera de nosotros en el ambiente natural y dentro de nosotros en nuestro organismo y ser. Pronto empezará otra fase de imperiosos cambios y adaptaciones, pero ahora todo está en calma, estacionario. Es necesario poner nuestra atención, ser conscientes de nuestro estado físico, mental, afectivo y profundo. Es un precioso tiempo y espacio para tomarse periodos de tiempo de silencio, introspección y meditación. La actividad lúdica y extrovertida del verano y lo vacacional no debe excluir el contacto con el Ser; debe haber tiempo y espacio para ambos y, en especial, si se fundieran en un magnífico No-Hacer.

    Si en la Ontoenergética del Verano, en la celebración de Litha honrábamos al Poder de la Naturaleza del Sur, a la Madre tierra; al intenso y poderoso fuego-luz en su máximo esplendor de verano avivando con su vigor vibracional o chi nuestro organismo y ser como elemento del Sistema Natural; y mostrábamos el alegre júbilo de expresar nuestro apogeo vital, nuestro sol profundo (fuego-luz) en lo festivo y extravertido. Ahora, en Lugnasad, se produce una situación diferente. La Naturaleza del Sur se funde con la Abuela Tierra; ambas, la Tierra como origen, y su expresión viva (la naturaleza), es una unidad. Los frutos de la Madre Tierra se depositan en el cuerpo de la Abuela Tierra donde, acogidos, esperan el inicio del siguiente ciclo vital. Desde el poder vibracional el estado de calma-espera es la cualidad imperante de la Tierra de Verano; y desde lo que se manifiesta en este periodo natural es el efecto de la Naturaleza Nutricia y amorosa; se nos concede su abundancia como garantía de continuidad de vida.

 
     Ahora ya no es tan relevante el énfasis en el corazón y el sistema circulatorio en la dinámica de distribuir acertadamente el calor y vigor interior, sino el énfasis en los órganos que nos vinculan energéticamente con la Tierra. Que como ya hemos visto en el título “Visión ontoenergética del eje Cielo – Tierra”, se trata del sistema orgánico estómago –bazo – páncreas.
Ver artículo de este título: “Visión  Ontoenergética del eje Cielo-Tierra”.

Ernesto Cabeza Salamó.

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