1 de Agosto, Mitad del Verano.
Es la celebración de la mitad del verano, el día 1
de agosto en el Hemisferio Septentrional.
En
esta fecha cuando transitamos por el campo, el ambiente manifiesta un cambio
que se va produciendo gradual y progresivamente. Los días ya no son tan largos,
pero además se percata, se huele, que en la Naturaleza hay cambios.
La calidez tiene su propia luz y olor; ya hay algo diferente. La mayoría de la
gente de la ciudad está con la mentalidad vacacional, sea porque este descanso
está concluyendo, por estar disfrutándola o esperando iniciarlo.
Meteorológicamente es un tiempo predominantemente seco, sobre todo en las
tierras que bordean el Mediterráneo. La luz del atardecer adquiere un aire más
dorado.
De acuerdo
con la latitud y altitud, los campos de cereales ya han sido cosechados, se
están cosechando o, ya bien dorados, se encuentran en el momento de siega. Los
mercados locales, de cercanía, están pletóricos. Las hortalizas, las verduras,
los frutos muestran la diversidad de colores, olores y sabores llenándolo todo.
Es un auténtico gozo apreciar su abundancia y proliferación. Antiguamente era
el momento en que se recogían los granos
que servían de alimento durante el invierno.
Lugnasad es la festividad de la celebración
de la Primera Cosecha.
Las plantas nacidas y/o florecidas en primavera dejan caer sus frutos y
semillas, recogemos sus frutos y se aseguran futuros cultivos. Algunas se
marchitan concluyendo su ciclo vital.
El nombre de Lugnasad proviene de un
antiguo dios celta que representaba el poder del sol, Lug; uno de los diversos
dioses que deben morir para renacer. Era un dios irlandés con el sobrenombre de
“Lug de todas las artes”, se le apodaba como “el de la mano larga”; su fiesta, la Lugnasad, se celebraba el
Primero de Agosto. Era una divinidad bienhechora, irradiaba tal claridad en su
rostro que ningún mortal podía mirarle cara a cara. Era el amo absoluto de las
artes, tanto de las de la paz como de la guerra. Poseía una lanza mágica que
por sí misma y sin necesidad de ser arrojada o guiada, iba a herir a los
enemigos. Su arco era el arco iris, y la vía Láctea era llamada en Irlanda la
“cadena de Lug”...
En estas
fechas, aunque apenas sea advertible, el astro solar va perdiendo algo de su fuerza y presencia;
empieza a debilitarse.
Aunque
aparentemente el tema de celebración es la cosecha, lo profundo de esta fiesta
es lo que tiene que morir para renacer. Este es su misterio. El grano que tan
vitalmente ha crecido y madurado, ahora es recogido y de inmediato será
sacrificado, muerto, para transformarse en harina y pan. La idea que subyace es
la de que hay que morir para que lo otro viva. De ahí viene la tradición de que
hay que hacer una figura con bolas de masa de harina dentro que se echaba al
fuego y cuando las figuras se consumían y las cenizas se enfriaban, esa harina
que se había sacrificado se había convertido en pan; que entonces era
compartido y comido dando gracias al gran sacrificio de amor que había hecho el
cereal. Observad el paralelismo y semejanza con el misterio de la eucaristía
cristiana. Ésta, probablemente fuera una práctica extendida y compartida por
toda la zona Mediterránea y de Oriente Indico durante el Neolítico y
Calcolítico, cuando se originaron las comunidades sedentarias.
Honrar a la amorosa Madre Tierra con su generosidad sin fin para que sus
hijos no se murieran de hambre.
El grano
sagrado es el símbolo central de esta festividad, especialmente en forma de pan
horneada con una consciencia y reverencia ante la Tierra que nos ofrece
nuestro alimento; tanto físico como espiritual. Una muy adecuada actividad es
hacer pan conscientemente, amasarlo, ponerle levadura, hornearlo y comerlo.
Esta festividad es también conocida como Lammas y también como Hogaza.
Hogaza |
La cosecha
para nuestros antepasados era una cuestión de vida o muerte; una cosecha pobre
no solo significaba hambre, sino también el saber que muchos no vivirían para
ver otra primavera. Por ello una buena cosecha en Lugnasad era causa de
alegría; pero aún quedaba la segunda cosecha; y en esta fecha, nuestros
antepasados horneaban sus hogazas sagradas de pan en esta primera cosecha con
la esperanza de complacer a la diosa y así, ser merecedores de una buena
cosecha posterior.
También
tejían elaboradas diosas de paja para colgar en sus casas, en reverencia a su
espíritu grande y generoso. Y ésta será también una de nuestras actividades: el
honrar a la madre Tierra haciendo figuras de la cosecha (realizar formas sencillas
de la diosa de la vegetación con las hierbas que tenemos al alcance), honrando
al ciclo de germinación, crecimiento, fructificación, declive y formación de
nuevas semillas.
En la
antigüedad la gente hacía ofrendas de vino, aceite, cerveza e hidromiel a las
primeras espigas de los campos. También nosotros podemos aumentar el respeto
por los seres que crecen al restablece una más intensa y profunda relación con
la naturaleza, aprovechando a sus magníficos representantes, los árboles; con
quienes compartimos la naturaleza. Por ello podemos realizar ofrendas de amor y
gratitud, y ésta será nuestra siguiente actividad en esta celebración tan
especial.
Lugnasad
celebra la transformación: La semilla que tras brotar, crecer, florecer y
fructificar; finalmente se convierte en el alimento que nos sustenta. Una propuesta
más de actividad es honrar esta transformación que hace que interrumpamos
nuestra rutina estereotipada y mecanicista y prestemos atención a más de
identificarnos con el discurrir de este sagrado proceso (Círculo de cubos de
hielo herbal).
Por encima
de todo, Lugnasad, marca el momento de la semilla, cuando todo empieza su
descanso anual. Metafóricamente la diosa Gaia, observa con alegría y también
con tristeza como el dios-sol está perdiendo vigor, pero al mismo tiempo, él
vive, se gesta, dentro de ella como su hijo.
Esto es una consideración profunda que identifica uno de los poderes de
la luz del sol como energía de vida (bioenergía, orgón, prana, chi…) que ya se
ha organizado como germen de vida en forma de semilla y yace potencial
esperando su momento oportuno de expandirse y brotar esplendorosamente a la
vida. Ahora, en Lugnasad, se detiene el crecimiento, la floración, los frutos;
las plantas invierten sus energías en las semillas, a prepararse para el
inevitable invierno; pero mantienen la promesa de la nueva vida que renacerá en
primavera. El mirar y tener semillas en nuestras manos nos invita, nos
compromete a prestar atención a lo que nos envuelve: El cuerpo languidece, envejece
y muere; y que en lo viejo está contenido el misterio de la renovación.
Si animamos
a nuestros hijos a descubrir y honrar las semillas, les estaremos enseñando,
recordando y explicando este misterio. Y cuando verdaderamente observamos las
plantas que nos rodean, crece en nosotros el respeto ante sus ciclos y ritmos,
representados en la Sagrada Rueda
Medicinal; y una comprensión de éstos en nuestra vida. De aquí también puede
surgir otra interesante actividad de observar y dialogar con semillas y
plantas.
Tras el
frenesí de la Primavera
(Ostara y Beltane), ahora se produce la calma, la energía de la naturaleza se
ha calmado, lo advertimos fuera de nosotros en el ambiente natural y dentro de
nosotros en nuestro organismo y ser. Pronto empezará otra fase de imperiosos
cambios y adaptaciones, pero ahora todo está en calma, estacionario. Es
necesario poner nuestra atención, ser conscientes de nuestro estado físico,
mental, afectivo y profundo. Es un precioso tiempo y espacio para tomarse
periodos de tiempo de silencio, introspección y meditación. La actividad lúdica
y extrovertida del verano y lo vacacional no debe excluir el contacto con el
Ser; debe haber tiempo y espacio para ambos y, en especial, si se fundieran en
un magnífico No-Hacer.
Si en la Ontoenergética del
Verano, en la celebración de Litha honrábamos al Poder de la Naturaleza del Sur, a la Madre tierra; al intenso y
poderoso fuego-luz en su máximo esplendor de verano avivando con su vigor
vibracional o chi nuestro organismo y ser como elemento del Sistema Natural; y
mostrábamos el alegre júbilo de expresar nuestro apogeo vital, nuestro sol
profundo (fuego-luz) en lo festivo y extravertido. Ahora, en Lugnasad, se
produce una situación diferente. La Naturaleza del Sur se funde con la Abuela Tierra; ambas, la Tierra como origen, y su
expresión viva (la naturaleza), es una unidad. Los frutos de la Madre Tierra se depositan en el
cuerpo de la Abuela Tierra
donde, acogidos, esperan el inicio del siguiente ciclo vital. Desde el poder
vibracional el estado de calma-espera es la cualidad imperante de la Tierra de Verano; y desde
lo que se manifiesta en este periodo natural es el efecto de la Naturaleza Nutricia
y amorosa; se nos concede su abundancia como garantía de continuidad de vida.
Ahora ya no
es tan relevante el énfasis en el corazón y el sistema circulatorio en la
dinámica de distribuir acertadamente el calor y vigor interior, sino el énfasis
en los órganos que nos vinculan energéticamente con la Tierra. Que como ya hemos visto
en el título “Visión ontoenergética del eje Cielo – Tierra”, se trata del
sistema orgánico estómago –bazo – páncreas.
Ver artículo de este título: “Visión Ontoenergética del eje Cielo-Tierra”.
Ernesto Cabeza Salamó.
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